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opinión

El bigote de la Liga que sueña con 'la Roja'

Cuando uno se encuentra en la fase de redacción de un libro debe dejar volar la imaginación. Al análisis previo, el tiempo de documentación o el estudio histórico hay que sumarle esas dosis de sueño que permite finalmente que las páginas acaben encontrando el visto bueno de una editorial y el sello de una imprenta. A partir de ese momento, el escritor que tiene entre manos su obra vuelve a soñar. Se imagina qué ojos pasarán por encima de esas líneas, en qué lugares o qué poso dejará en ellos. Al menos, esas fantasías son las que he experimentado -y lo sigo haciendo- en primera persona.

Hace unos días tuve la oportunidad de ver por televisión algunos minutos de un partido de fútbol que disputaba la UD Las Palmas, equipo en el que milita Roque Mesa, un menudo y talentoso futbolista canario del que había escuchado el interés que está despertando en diferentes clubes de primer nivel tras una brillante temporada a las órdenes del cántabro Quique Setién. Mi sorpresa llegó al verle el rostro. Luce un cuidado y perfilado bigote que le dota de una personalidad extraordinaria.

Rápidamente mi cerebro rebobinó hasta llegar a uno de los capítulos de mi último libro, Cómo triunfar en la era de la imagen. Claves psicoestéticas para el siglo XXI. En él dedico un espacio a la imagen de los futbolistas, cuyo estilo, queramos o no, impacta e influye, principalmente, en los más jóvenes. Tatuajes, pendientes, peinados, barbas, joyas? En medio de todas estas singularidades hice un alegato en defensa del bigote, para algunos, en peligro de extinción, y para todos los que nos dedicamos al cuidado de la imagen personal, en franco retroceso desde hace unas décadas, quizá por considerarse un rasgo masculino asociado a la autoridad mal entendida.

Al ver el bigote de Roque Mesa pensé si habría llegado a sus manos el libro. Si habría hecho suya la invitación que hago a que algún valiente del fútbol luciera bigote sin complejos. Fue tal el impacto que me causó el estilo del jugador canario que telefoneé a un amigo periodista para comentárselo. Al parecer, luce ese cuidado bigote por una apuesta personal. Sueña con jugar algún día en la selección española de fútbol y, dicen quienes le conocen, que cuando sea convocado se afeitará. Ojalá sea yo el que tenga la oportunidad de emplearme con la maquinilla y felicitarle por su atrevimiento y por devolverle al bigote ese protagonismo que tuvo décadas atrás.

El bigote de Roque Mesa es afilado. Nada que ver con aquellos mostachos de Arteche, Schuster, Manolo Preciado, Del Bosque o el Tuto Sañudo. Lejos de los del Tato Abadía, Cundi, Calderé o García Remón. A partir de los años 80 entramos en la era del fútbol imberbe. Hoy Roque Mesa lo ha devuelto a la Liga aunque es cierto que todo responde a un sueño.

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