La Provincia - Diario de Las Palmas

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sol y sombra

El gusto

El filósofo inglés especializado en estética Roger Scruton sigue siendo a sus 73 años un escritor muy dotado para combatir anemias espirituales. En ocasiones de forma controvertida y algo oscura, como es el caso de su último ensayo El alma del mundo, donde defiende la experiencia de lo sagrado frente a la incapacidad de la ciencia para explicar la belleza; en otras, cuando se refiere al gusto y al orden, de manera mucho más diáfana y comprensible. Scruton recuerda cómo en una cultura democrática tendemos a creer que es excesivamente presuntuoso asegurar que uno tiene mejor gusto que su prójimo porque, al hacerlo, le negamos implícitamente el derecho a ser lo que es. Unos prefieren a Billie Holiday, y a otros les mola Isabel Pantoja. No pasa nada. Cada cual, como escribe Scruton, vive encerrado en su propio mundo estético, y mientras nadie le haga daño a nadie y todos nos demos buenos días al cruzarnos por la calle, en paz. Sin embargo no siempre es tan sencillo. Igual de ofensivo que resulta menospreciar el gusto de los demás, pueden serlo ciertos gustos particulares y su impacto público. A veces extremadamente contaminante. Un prójimo tiene todo el derecho a vestirse con un bañador y unas chanclas, y otro cualquiera a pensar que su presencia resulta abominable frente a la fachada de un palacio renacentista de Venecia, por poner un ejemplo, o mismamente al lado, en la mesa de un restaurante que no es un chiringuito de playa. Pienso en Scruton, el gusto y el orden, con los innumerables atentados contra la estética urbanística: los rótulos de la mayoría de los bazares chinos, sin ir más lejos. Una idea razonable de belleza es necesaria para el consenso y la convivencia.

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