Un extranjero residente en Gran Canaria desde hace años acudió a una de las unidades móviles de los donantes de sangre que se había situado en la calle de Triana. El chasco fue mayúsculo, cuenta. Hasta le saltaron las lágrimas. Como no habla español y el que le atendía no se expresaba con mucha fluidez en inglés, dice que le rechazaron. Que no quisieron su sangre por no hablar español. Y que así se pierde un gran potencial de personas de otras nacionalidades residentes, sanas y generosas. Dicho queda.