La Unión Deportiva Las Palmas volvió a tocar fondo anoche. No fue durante un partido de fútbol, algo a lo que nos ha acostumbrado durante los últimos meses de Liga, un tiempo que se ha consumido entre la apatía por un futuro incierto, la nostalgia por tiempos pasados y una serie deshonrosa de derrotas. El hundimiento fue moral, sucedió en dos medios de comunicación y tuvo como protagonistas a Miguel Ángel Ramírez -el presidente del club- y Quique Setién -el entrenador del equipo-, que entraron en la madrugada tirándose los trastos a la cabeza.

La velada dejó unas cuantas vergüenzas al aire. Ramírez, en Mírame Televisión, admitió que tenía que haber cesado a Setién tras conocer que el técnico ya tenía un acuerdo con el Valencia CF para el próximo curso. Además, apuntó que el entrenador cántabro le pidió un salario digno de un equipo que compite en Europa League. También reveló que el preparador le exigió entre seis y siete millones de euros para contratar futbolistas que se sumaran al nuevo proyecto. Y, entre muchos más detalles, aseguró que Setién mintió en la rueda de prensa en la que anunció su marcha de la Unión Deportiva en relación a unos whatsapps que el técnico y el propio Ramírez se cruzaron durante los días previos.

Al mismo tiempo, Setién se dejó entrevistar por José Ramón de la Morena. En su intervención en Onda Cero, el entrenador santanderino disparó contra UdRadio al afirmar que "no me gustó que se filtrasen cantidades [sobre la negociación para su renovación] y así se lo dije al club". El técnico dejó entrever su desacuerdo con la política de fichajes que el club diseñó en invierno para intentar colarse en competiciones europeas. "Yo no pedí", aseveró Setién, "en diciembre a jugadores concretos, yo pedí características de jugadores". "Y el problema", prosiguió, "es que aunque son grandes futbolistas, vienen sin jugar en sus clubes".

Entre tanta mierda, acumulada sobre el buen nombre del club desde hace muchos meses, sólo hay un interés particular: ganar una estúpida guerra de cara a la galería, señalar al otro como el culpable de la ruptura y presentarse ante la afición como el mártir en esta triste historia. La realidad, sin embargo, dicta otro estado: todos son pecadores. Ramírez, por su incapacidad para gestionar el problema: ni supo convencer al entrenador que puso a la Unión Deportiva a jugar como los ángeles para continuar en el club ni cortó por lo sano cuando el tema se fue de madre; Setién, por trasladar sus problemas con los superiores al césped: en su pulso, dejó con el culo al aire al vestuario al sacar trapos sucios en varias ruedas de prensa y es el máximo responsable de la deriva futbolística del equipo en las últimas jornadas; y la plantilla, que en medio del juego cruzado se ha permitido el lujo de sestear sobre el césped.

Todos han mirado para su ombligo mientras la basura que generaban manchaba el escudo de la entidad. Por eso, todos pecadores. En esta historia, sólo queda un consuelo: todos pasarán y prevalecerá la Unión Deportiva Las Palmas.