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Juanjo Jiménez

LA MÁQUINA CHINA

Juanjo Jiménez

Nos ciberatacan

Cunde el desale desde la pasada semana con el ataque que un grupo de oscuros piratas de lo cuántico están infligiendo a los sistemas informáticos de todo quisque, en lo que se viene a llamar como ciberataque.

Es curioso cómo la explicación del asedio es aún casi más tenebrosa que el cochafisco en sí. Te dicen que el asunto está a cargo de un software enmascarado llamado WannaCry, que es un ransomware que contiene un virus que él mismo te pide un rescate cuando te infecta. Pero qué asco.

En su aspecto semántico es para acojonarse que desde la invención de la tecla de la computadora el castellano no haya conseguido armar un vocablo en condiciones para sustituir software, ransomware u only you.

En el apartado más técnico también se podría subrayar aprovechando que es lunes, que manda nísperos que sea el propio virus el que solicita el chantaje, porque cuando se entere el de la gripe nos despluma.

Y en el filosófico determinar el peligroso grado de atotoramiento al que está elevándose el género humano desde que las máquinas han ido sustituyendo el tino de la persona. Se ha ido creando un complejísimo cibermundo, en vísperas de la inteligencia artificial y la conducción autómata pero, ah, que depende de un enchufe mal encajado o de un incauto que abre el correo equivocado.

Es este un pollo que le da al clic del ratón en una siniestra oficina de Penn Square, Oklahoma, y destartala, ponga usted, la producción industrial de suspiros en Moya, empotajando desde allá lejos la bucólica vida de las medianías.

Si a eso se añade que ya somos biológicamente incapaces de resolvernos por sí solos por el pueblo, ciudad o mundo sin la ayuda del móvil, todo parece apuntar que el frangollo está servido, o estará por servirse.

Cabe recordar que desde la irrupción del planeta 2.0 hemos sustituido la memoria cerebral por el disco duro, o el arte de conversar por textos de 140 caracteres. Y nos estamos quedando tan momios de reflejos que readquirir aquellas habilidades naturales que nos llevaron como especie a este siglo sería tan difícil como encender un fuego con dos palos.

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