La Provincia - Diario de Las Palmas

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TROPEZONES

Breverías 35

Me comenta mi buen amigo J. M. su asombro ante la ingente cantidad de libros de autoayuda que se publican en la actualidad. Me asegura que en una conocida librería local hay como tres veces más estanterías repletas de volúmenes de dicha especialidad que por ejemplo todas las demás juntas destinadas a economía, psicología y filosofía.

Yo le explico que me parece lógico que el que no ha conseguido remediar sus penurias financieras con la economía, ni sus desventuras amorosas con la psicología, ni halle siquiera consuelo en las reflexiones de los filósofos, recurra a la autoayuda. Por el tsunami de propuestas aportadas por dicha disciplina resulta obvio que tampoco en éstas habrá hallado respuesta a la solución de sus cuitas.

Antes de que caiga en la tentación de bucear en los mostradores de "ciencias ocultas" o tratados de esoterismo, yo le aconsejaría que moderara sus aspiraciones, y se remontara la moral, por lo menos temporalmente, optando por la gratificante oferta de los bien poblados exhibidores de "gastronomía".

En la moda actual de banalización del lenguaje devaluando así paulatinamente su eficacia, observo últimamente una tendencia al abuso de frases como "porque la situación es la que es", "y así nos han llevado a lo que nos han llevado", "con razón se comenta lo que se comenta". Ya sé que estamos ante Pero Grullo redivivo, pero dada lo recurrente de este fenómeno, creo que merecería elevarlo al rango de síntoma: ¿Qué les parece "síndrome de pasa lo que pasa"?

En otro orden de cosas e insistiendo sobre mi manifestada fascinación por los temas de protocolo, quisiera aportar una anécdota referida por el jefe de protocolo del gobierno autónomo de Canarias. Con ocasión de un solemne banquete organizado por el gobierno local con asistencia de autoridades civiles, militares, eclesiásticas y trufado de cargos políticos de todos los rangos, amén de lo más granado del empresariado regional, nuestro hombre se había esmerado en la protocolariamente correcta ubicación de todos los comensales. Al preguntarle uno de los periodistas, con toda la mala inten-ción del mundo sobre dónde sentaría al obispo de la diócesis si inesperadamente se presentara a la cena, en el último minuto, éste le replicó con británica flema: "Depende".

"¿Depende de qué?" le insistió inmisericorde el plumífero. "Pues depende de si su ilustrísima viene sola o acompañada de su señora esposa".

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