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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Tacañería cultural

Macron no oculta la tradición cultural de su país. Llena sus discursos de referencias literarias y presume de ser un lector no sólo interesado por la Filosofía -disciplina en la que se licenció- sino también por Las flores del mal de Baudelaire , su libro favorito. Tampoco se guarda para sí los grandes transatlánticos de la grandeur francesa, como es el Louvre. Todo ello con la intención de aportar para la distinción europea, la riqueza de sus pueblos, el logro de su pensamiento, el hacer de la Ilustración, los mecenazgos de sus monarquías, el proyecto laico de sus repúblicas, la convivencia entre diferentes, el resurgir tras las guerras... La verdad es que los primeros pasos de Macron y su afán por ensalzar la excepcionalidad cultural, la necesidad de que el Estado proteja el libro, el cine o el arte, dan lugar a una envidia sana. No es lo mismo tener un presidente entusiasta con la cultura que sufrir a uno al que le resulta cansino asistir al estreno de una película o a la presentación de un libro. Por no hablar ya de la falta de pasión institucional frente al IV centenario de la muerte de Cervantes, el desinterés con que se toma el 80 aniversario del Guernica de Picasso, la falta de ímpetu ministerial para presumir del Museo del Prado con sus Goya o Velázquez, la dejadez frente a la Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Estudiantes, la congelación en libros de texto de la Generación del 27, lo mismo con la Generación del 98. ¿A qué se debe tanta tacañería? ¿Hay que pedirle permiso a Podemos para presumir del deslumbrante bagaje del que es dueña España? ¿A qué viene tanto complejo de inferioridad? Estos días preside el Festival de Cannes, uno de los grandes eventos cinematográficos del mundo, el director Pedro Almodóvar, nacido en un pueblo de La Mancha. Pues parece que da un poco igual, que sobra el acontecimiento. El crítico Fernando Castro Flórez decía en una entrevista que la cultura española había quedado muy afectada por la psicosis de la corrupción, y que por asimilación los presupuestos de los centros de arte y de ideas habían resultado castigados más allá de los recortes por la crisis. En los 90, la cultura fue declarada sospechosa de derroche y frivolidad. No todo fue así. Una vez tocado suelo hay que volver a crear el tejido para reactivar los apoyos empresariales, para aumentar unos presupuestos públicos bloqueados desde hace años. Pero para desencadenar el optimismo en un sector sometido a economía de guerra no estaría mal atender a las palabras de Macron, consciente de que su preocupación cultural es la mejor influencia para que su país se entienda a sí mismo y supere los obstáculos con equilibrio.

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