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ARTÍCULOS DE BROMA

Enseñanzas de la corrupción

Ala clase media sin ambición -y merecedora de su mediocre destino, según el nuevo catecismo- se la distingue porque todavía mide la riqueza por la necesidad y no por el deseo. La necesidad es de necesitados; la riqueza, de ricos.

Lo que rige el sistema, afirman ellos mismos, es la codicia, esa bulimia de riqueza que no conoce la saciedad.

De la lectura y escucha de los casos de corrupción pasman las cantidades: en una sola comisión entran dos millones de euros a primera hora de la mañana y siguen cometiendo a lo largo de la jornada. Son cantidades que no logran en toda la vida laboral millones de personas.

También asombra su autoestima salarial. Directivos partidarios de la contención salarial se ponen ellos mismos los sueldos, se los suben drásticamente, se añaden incentivos, se asignan gastos de representación y se los provocan, se conceden créditos al 0% y tarjetas con saldos altos y los alcanzan al céntimo.

También chocan sus modales. Familias bien, colegios caros, universidades buenas, títulos coronados por másteres en el extranjero pero cuando se telefonean para delinquir hablan como delincuentes con un manejo de argot y lengua sucia que sólo dan años de billar y navaja.

Es llamativa la facilidad con la que una familia se convierte en un clan, con la mala fama que tienen los clanes en las buenas familias. Y su ausencia de ovejas blancas, de hijos calavera.

En estos tiempos de liberalismo sinvergüenza, codicia sin límite y desigualdades acantiladas, ser rico se ha vuelto carísimo y por eso disponer de bienes exclusivos como áticos en Marbella no implica desdeñar una vivienda social para cada una de las hijas mayores. Porque ser rico se ha vuelto tan caro, cuesta tanto llegar a fin de mes.

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