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Gente Corriente

Mamá, quiero ser tecnológico

"La carrera que quiero estudiar no existe". Frené en seco lo que estaba haciendo. Con 15 años y acabando la ESO, no tengo las mismas respuestas que mi madre me dio a mí. Nativo digital, globalizado y muy crítico con el mundo que le dejamos, mi hijo se contestó solo: "Pues tendrán que inventarla".

A una velocidad de vértigo, desaparecen profesiones. La tecnología las está fulminando. Nadie busca ya un agente de viajes o un cajero de banco, por poner dos de los muchos ejemplos cotidianos.

Y el cambio sólo está empezando. Según los analistas, casi la mitad de los empleos existentes corre el riesgo de desaparecer en la próxima década. Así que el que crea que los puestos de trabajo destruidos en la crisis se van a recuperar con cursillos de chapa y pintura, lo lleva claro.

Lo que está sucediendo es simplemente bestial. Hemos iniciado la cuarta revolución industrial donde nada se moverá sin la computación de datos, la tableta y el teléfono inteligente.

Como en Canarias no espabilemos, seguiremos siendo los hamaqueros de Europa. Aunque quizás ni eso porque llega el turismo 4.0, más exigente, y no podremos vivir de un sector que sólo puede ofrecer servicios de chola.

Con una tasa de paro del 26%, no sé a qué esperamos. Una región aislada como la nuestra no podría sacarle más partido a la globalización sabiendo que, con talento y formación, ya no es necesario estar en el centro de Europa.

Eso sí, hasta el moño de oír que en Canarias necesitamos un cambio de modelo. Si se actuara las mismas veces que se pronuncia esta frase, ríete tú de los genios que salen de Silicon Valley.

Mientras, carreras universitarias desfasadas, formación profesional de otra época y cursos para parados menos útiles que los de macramé. Por no hablar de la miopía de tanto empresario ilustrado que no ve más allá del balance del mes.

Las bases de la economía están cambiando y aquí discutimos de pajaritos preñados, si el día es par, o de peces de colores, si es impar. A corto plazo, vamos a demandar empleos cuya formación ni está ni se le espera. O peor, ni siquiera ocupan una neurona en la cabeza de nuestros gestores públicos.

Emergen nuevas formas que centran la vida en un clic donde, además, una parte del negocio no será comprar sino compartir. Ya lo estamos viendo con las plataformas de coches o de pisos turísticos, actividades que mueven millones de euros y que necesitan de emprendedores que activen nuevos soportes digitales.

Aplicaciones móviles que hacen furor en otros países para hacerse, por ejemplo, con un paraguas en plena calle allí donde lo necesites o con un cargador de teléfono en préstamo para salir de un apuro. Todo ello por pocos céntimos la hora.

Ya me lo dice mi hijo con palabras propias de una nueva época: "Mami, sé que eres periodista y es tu obligación, pero ¿todavía escuchas a esos políticos que no están en lo que interesa?"

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