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OBSERVATORIO

El mercado, Warhol y Velázquez

Como es bien conocido, Andy Warhol (1928-1987) fue el artista del siglo XX cuyos retratos alcanzaron una mayor divulgación. El pop art había nacido de forma independiente (aunque de modo casi simultáneo) en Estados Unidos y en Inglaterra. Fue el norteamericano Robert Rauschenberg quien incluyó sobre un lienzo pintado objetos conseguidos en los grandes almacenes, entretanto Jasper Johns realizó sus cuadros con banderas. Estábamos en el entorno de 1958, experimentando una reacción frente al expresionismo abstracto. Se trataba de formulaciones de alguna manera anti-arte, tomando con una cierta ironía la subcultura de las revistas ilustradas, de la publicidad comercial. En ese ámbito, Warhol concluye sus 32 serigrafías sobre latas de sopa Campbell (1962) o los envases de Coca-Cola. Entretanto en Inglaterra, David Hockney, Allen Jones, Richard Hamilton y otros recogen asimismo temas actuales, pegando imágenes de origen industrial sobre los lienzos.

Por encima de todos ellos, el más famoso fue siempre Andy Warhol, que además realizó películas y espectáculos de night club, disfrutando de una notoriedad al uso de las estrellas de Hollywood. A pesar de que algunas obras tuvieran inclinaciones morbosas, se ocupó de construir infinidad de retratos extraídos de fotografías convencionales ampliadas, realizados con procedimientos semi-industriales, en los que las imágenes se serigrafiaban sobre el lienzo con la única modificación de los colores sintéticos, alcanzando el vacío estético buscado. Se trató de celebridades como Marilyn Monroe (1962); Mao Tse-Tung (1972) y de otras más: Liza Minelli, Carolina Herrera, Elizabeth Taylor, Elvis Presley o Michael Jackson, sobre las que se extendió especialmente en la década de los setenta, apreciándolas como iconos de consumo. Por el retrato serigrafiado sobre lienzo del líder chino, se pagaron en la sala de subastas Christie's 17,3 millones de dólares y por Marylin naranja, una cantidad semejante en una subasta de Sotheby's en 1998; aunque el récord de la obra de Warhol lo ostenta Silver Car Crash (Double Disaster) con 105 millones de dólares, adjudicado en Sotheby's en noviembre de 2013.

Diego Velázquez (1599-1660) fue un autor, asimismo, de retratos, pero trescientos cincuenta años después de su muerte, sigue considerado como una de las grandes figuras de la pintura universal, y también, entre los que más han influido en el arte que siguió a su tiempo. Cuando en 1865 Édouard Manet visitó el Museo del Prado buscando a Goya (un maestro que había hecho aguafuertes sobre la obra del genio sevillano) de lo que se quedó impactado fue de sus cuadros, maravillado ante su contemplación. Como Manet, numerosos pintores europeos de la segunda mitad del XIX aprendieron del autor de Las meninas, permaneciendo su influjo en el siglo XX: en Salvador Dalí, desde los años cuarenta; en Pablo Picasso, que realizó en 1957 cincuenta y ocho lienzos sobre tan famoso interior; en Francis Bacon, que pintó más de cuarenta variantes sobre el inolvidable retrato de Inocencio X ("este papa me atormenta y me ofrece toda clase de impresiones") y así hasta nuestros días, cuando el Equipo Crónica y el propio Manolo Valdés lo encontraron como un referente imprescindible.

Con tan importantes precedentes, el pasado 25 de abril se subastó en la galería Abalarte una obra atribuida a Velázquez: Retrato de niña, que mira al autor con las manos orantes, vestida con una saya marrón, una blusa con un lazo que sobresale en el cuello y un mantón verde en la cintura. Un óleo de 57,5x44 centímetros considerado del maestro andaluz por el experto en pintura antigua Richard de Willermin. La pintura había sido declarada inexportable, por acuerdo del Consejo de Ministros, debido a que "todo parece indicar que se trata de una obra atribuible a Velázquez". El precio adjudicado no superó el de salida: ocho millones de euros, y el Estado no ejerció su derecho de tanteo. Jonathan Brown, una de las mayores autoridades acerca de Velázquez, aún no la ha visto directamente, pero ha manifestado: "Parece que sí es una obra original de juventud de Velázquez". Así pues, por los juicios emitidos, también por la técnica empleada y por la apreciación de su aspecto, la posibilidad de que sea auténtica es elevadísima; entre otras razones, porque no existe otro pintor español de la primera mitad del XVII que hubiese pintado un rostro con la naturalidad y la hermosura estética de esa mirada ingenua, atenta y sorprendida.

¿Por qué el Estado ha dejado pasar una oportunidad así, tras estimar su condición de inexportable, teniendo en su mano la percepción y el criterio de los expertos del propio Museo del Prado, que lo impulsaron a tomar la decisión inicial? A mi juicio, una determinación llamativa por no asumir el riesgo, dejando pasar una oportunidad única de incrementar el Patrimonio, teniendo en cuenta la escasez entre nosotros de pinturas del maestro pertenecientes a su primer periodo sevillano; de tal suerte que si los estudios técnicos y los juicios se asientan y confirman la autoría, el nuevo propietario habrá realizado la mejor inversión imaginable.

Una obra de arte vale lo que el mercado quiera pagar por ella. Pero no debemos dejar de lado aspectos comparables, aunque sean circunscritos a su precio; y, en tanto la producción de Warhol es singular de una época -que podrá ser revisable y revisada, en la medida que los valores cambien- un Velázquez se ha vendido por la mitad que se pagó por una serigrafía del pintor americano, y por menos de la décima parte de otra, que era la insistida imagen fotográfica de un accidente. Es evidente que en un remate intervienen numerosos factores, incluidos los extraculturales.

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