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ZIGURAT

Pedro Sánchez asusta

La culpa de la debacle en Europa de los partidos socialdemócratas la tienen los militantes, pues estos son los que eligen a sus líderes. Los denuestos a Pedro Sánchez desde el minuto cero que inicia su campaña, contando con las mínimas estructuras, pidiendo préstamos, acudiendo a las pequeñas donaciones, con los medios afines al PSOE y los que no lo son, enfilando su proa contra él, se han manifestado en las editoriales de los periódicos, radios y redes sociales. Lo que les hace falta a los barones del partido socialista -muchos también imputados y desacreditados por el proceso de los ERE-, todos en apoyo de Susana Díaz, es que urdan un maquiavélico plan para que a la menor debilidad, el menor descuido, los pactos en el Congreso le saquen hasta la partida de nacimiento; y no se quedarán ahí: solo hay que ver la imagen de los tres candidatos cogiéndose las manos, la frialdad de Susana Díaz es pasmosa mientras que Patxi López tiene cara de resignado? y Sánchez de ganador, pero queriendo decir que va a contar con todos.

No cabe duda de que una elección democrática que es la que todos los partidos tendrían que tener, donde los militantes voten libremente, se ha traducido en un inmenso dolor de cabeza, casi una migraña, para el poder burócrata y los dinosaurios del partido. Ellos hubieran preferido que fuera la ejecutiva la que eligiera a su secretario general, por que no creen ni han creído nunca en las bases, en los de abajo, y los tratan como si fuera lumpen, sin conciencia y desinformados.

Pues no, el tiro por la culata, y a prepararse para numerosos encontronazos, y a nadie se le escapa que era harto difícil en las circunstancias en las que estaba Sánchez que saliera vencedor, de ahí la cara de póquer de algunos.

Por lo pronto la dimisión de Antonio Hernando, portavoz del grupo en el Congreso, confirma unos desacuerdos internos que son un iceberg a punto de derretirse, a medida que los militantes acerquen el fuego para intentar -que es lo propio de un partido que se dice de izquierdas- pactar con Podemos y otros partidos, con un programa social más realista en la situación en la que estamos malviviendo y no me refiero a los salarios, sino a la incrustación de las tramas delictivas en las mismas entrañas del Estado y de ese gran pacto para acabar con las formas latinas de hacer las cosas. El poder judicial inmerso en la mayor crisis de la democracia española con la reprobación de un ministro, con las maniobras cínicas de los fiscales, con un presiente de gobierno citado a declarar y con una red de clientelismo en las grandes empresas que costeaban las campañas electorales y que ha salpicado a la patronal y sus dirigentes.

Y lo peor es que ya le llaman sin ambages populista, demagogo, oportunista, y que va a meter en una crisis, la mayor de su historia, al PSOE. Algunos artículos dejan caer las similitudes con? ¿Donald Trump? Está claro que el partido socialista es de los que creen en el bipartidismo y la alternancia en el poder de partidos burocratizados y parasitarios, porque solo ellos conocen y manejan los sótanos del Estado, siendo esta la mejor de las soluciones para España, pero la realidad es como es y unos ven lo que otros ignoran. A lo mejor Pedro Sánchez tiene alguna fórmula para el grave contencioso que el Estado mantiene con Cataluña, o sobre las pensiones o sobre la explotación de la más y mejor hornada de jóvenes que han salido en los últimos años de nuestras universidades; o decir alto y claro que es un partido federalista y republicano. O quién sabe, a lo mejor es solo coherencia, que la tuvo cuando dimitió, y la quiere llevar a la práctica, con una de las armas más poderosas que tienen los partidos que son su militancia. Y hay una nueva generación de políticos que puede que pudiesen como él y en vez de saquear las arcas del Estado se dediquen a gobernar. Y no como quieren los prohombres del PSOE: aquella idea política de la Grecia clásica donde los gobernantes eran los intelectualmente preparados -los reyes filósofos de Platón- o que tenían mucho tiempo para pensar en cómo seguir en el poder a pesar de la dura realidad que los consumía. Y en esto llegó Maquiavelo para quedarse para siempre y así tener un libro de cabecera donde el gobernante no es rey pero sí príncipe, para mover las estructuras del poder y salir indemne. Lo mejor de todo esto es que ahora que parece que la filosofía vuelve a las aulas, es que estamos recuperando todo el material político y semántico que teníamos dormido: la mixtura ideal sería Platón y su utópica República; Tomás Moro con otro lugar imaginado y manso y Hobbes para terminar de morderse en medio de tanto lobo.

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