Siempre fue una aventura entrevistarla. Nunca sabías qué saldría de ese encuentro, de su voz grave, de su distancia y de ese halo de tristeza y soledad que llevaba del brazo. Pero con Pinito del Oro (María Cristina Segura, Las Palmas de GC, 1931) los periodistas siempre salíamos ganando; daba titulares, razonaba su estado de ánimo, su enfado o su decepción. Hablo en pasado porque estando Pinito del Oro hoy en buen estado de salud a sus 86 años no recibe prensa; escuetos comentarios telefónicos y poco más; "la gente ya lo sabe todo de mí", es su excusa incluso estos días cuando recibirá la Medalla de Oro de Canarias que le ha concedido el Gobierno de Canarias y en casa el teléfono no para de sonar.

Un personaje. Tengo grabadas dos entrevistas que le hice en su casa, en 1994 y 2007. En la primera había finalizado sus memorias y buscaba el editor que nunca vino. Fue doloroso para ella. "¿Que dónde están las memorias? Por ahí deben estar", contestó con desdén en una charla telefónica. En aquel encuentro pude leer parte de esas memorias. Pinito hacía balance de su vida y reconocía "no haber sabido reír", asumía como un fracaso su ruptura matrimonial o no haber sabido enfrentarse a la vejez, "a la pérdida de vista, a las arrugas, eso es tremendo. No conozco una vejez bonita".

En la segunda entrevista Pinito del Oro anunció que bajaba el telón de su vida social: "Es hora de pasar al anonimato", declaró. Una de las frases que tengo grabadas de aquella mañana fue escucharle: "Sólo me he sentido feliz en el trapecio. En lo artístico he triunfado, lo logré todo, en lo personal el balance no es tan positivo".

Pinito del Oro fue la pequeña de 19 hermanos. Se casó para poder viajar a América; le enseñó a su entonces marido a situarse debajo del trapecio para amortiguar una caída. Sufrió tres graves caídas, tres veces se rompió las manos, dos veces el cráneo y sufrió contusiones en un hombro. En esa entrevista "que será la última", anunció, pactamos no hacer fotos pero finalmente accedió. Estaba recuperándose de una operación en los dedos de sus piernas que el trapecio descolocó gravemente. Hoy vive rodeada de la gente que la quiere y solo pide ternura. Sospecho que fuera de ese círculo para Pinito la vida no vale nada.