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inventario de perplejidades

Oligarquización de los partidos

En un reportaje de Natalia Vaquero para Epipress se da noticia del acto de presentación en Madrid de un libro del Instituto de Estudios de la Democracia y de sus propuestas regeneradoras del sistema político español. Asistió gente de larga trayectoria pública como el propio presidente del Instituto, el vigués José Manuel Otero Novas, que fue ministro de la Presidencia y de Educación con Adolfo Suárez; el también exministro de la Presidencia con Arias Navarro y luego vicepresidente con Adolfo Suárez, el santanderino Alfonso Osorio; el exministro de Trabajo de un gobierno de Franco, Fernando Suárez; el historiador jesuita Fernando García de Cortázar; el cardenal Antonio Rouco Varela ; y el ex presidente socialista de la Comunidad Autónoma de Madrid y tertuliano habitual en programas de debate de la derecha mediática, Joaquín Leguina. En su intervención, Otero Novas culpó al gobierno de Felipe González de haber eliminado los controles administrativos que hubieran impedido, de ahí en adelante, el auge imparable de la corrupción. De la corrupción que hemos conocido, o vamos conociendo, que es, por otra parte, "una mínima parte de la realmente existente". Y no menos duro en sus juicios fue el veterano Alfonso Osorio (94 años). El que fuera ministro con Arias Navarro y con Suárez, culpó a este último de la oligarquización de los partidos políticos al hacer una ley electoral "con listas cerradas y bloqueadas que han dado el poder a los caciques de los partidos y vedado el contacto directo de los políticos con los ciudadanos". El señor Osorio explicó su abandono de la UCD por el giro socialdemócrata de Suárez, y su marcha del PP por la forma digital con que Fraga designó a Aznar como sucesor suyo en la jefatura del partido, y acabó quejándose amargamente de la falta de reconocimiento a su persona por parte de la Casa Real, pese a haber acreditado un acérrimo monarquismo en toda su trayectoria vital. Visto incluso desde las antípodas de su pensamiento político habrá que darle la razón en sus observaciones a los dos veteranos exministros. Es indudable que la corrupción no se hubiera generalizado de no haberse favorecido la eliminación de los controles administrativos. Y es indudable también que la oligarquización de los partidos ha propiciado el control de la vida pública por unas pocas personas. En su esclarecedor libro Soberanos e intervenidos el profesor valenciano Joan E. Garcés describe la forma en que se produjo el proceso que se denomino de consenso. "En 1977, los equipos cooptados fueron legalizados como partidos políticos previa garantía de su oligarquización interna. Requisito sine qua non para ser recibidos en el consenso y percibir su parte alícuota con cargo a los presupuestos del Estado. El orden cronológico de su legalización, de mayor a menor protección, muestra la programación de que aquellos fueron parte, hasta lograr que se formara una unidad oligárquica en torno de una persona con plenos poderes en el seno de cada partido, que mediatizara a sus adherentes y los convirtiera en instrumentos ejecutores de planes y compromisos a menudo secretos". Y resultaron marginados, concluye Garcés, "quienes osaban pensar de forma autónoma, o quienes prestaban más atención a las expectativas de los votantes, o de los militantes del partido, que no a las instrucciones de la cúspide".

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