La Provincia - Diario de Las Palmas

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REFLEXIÓN

Círculo virtuoso

En 1982 salía a la calle un libro interesante, hijo o quizá hermano de otro, igualmente notable, titulado Invitación a la Ética, que supuso para su autor la consagración académica, el definitivo espaldarazo a una carrera ensayística ya por entonces prolífica a la par que sugerente. La obra, que respondía al reclamo de La tarea del héroe, pronto fue agasajada por la crítica, que comprendió que estaba ante un compendio de argumentos más allá de la pura anécdota filosófica. Fernando Savater, en aquellos instantes un joven profesor de la Facultad de Filosofía de Zorroaga, y en pleno auge del extremismo separatista en el País Vasco, hecho importante donde los haya, al menos para él, lanza una serie de reflexiones, al amparo de lo que denominó "ética narrativa", sobre quién sería el legítimo merecedor de la calificación de héroe y cuáles deberían ser, en consecuencia, sus atributos esenciales, los que, de algún modo, habrían de ayudar a un reconocimiento moral y social.

Tras el reciente atentado en Londres, en el que un español, Ignacio Echeverría, encontró la muerte a manos de los yihadistas, volví a releer el ensayo de Savater y comprendí, al fin, lo que aquella temprana redacción, aparentemente desvaída por el paso del tiempo, quería decir y hasta proponer. Es más, si de veras hay un momento para reencontrarse con esta lectura es justo el que vivimos, este presente marcado por el terror y el miedo. Tres son las señas de identidad del héroe: la afirmación sublime y trágica de la vida, un acto soberano de libertad personal y, ulteriormente, la aceptación del destino. Al pronto, se deduce y justifica la figura de nuestro héroe patrio, el abogado especializado en transacciones financieras que recorría las calles que rodean al Támesis con su inseparable monopatín. Pero, en lo que importa al sentido ético de la existencia, lo que urge en un mundo vacío de valores, como el nuestro, es realzar la virtud de una acción, el ejemplo moral que nos ha dejado como legado.

Lo razonado por Savater sólo alcanza a un entendimiento general cuando se pondera y combina con el encaje social de la excelencia individual. Ser excelente, en términos etimológicos, es disfrutar y vivir en virtud. En este sentido, la tragedia de Echeverría, y tal vez su hazaña moral, puede ser descrita como la encarnación suprema del sentido de la justicia, lo que los moralistas de antiguo asimilan al "círculo virtuoso". La perfecta identidad entre los principios de la voluntad y la representación real de la misma, la correspondencia áurea entre teoría y práctica. En estos tiempos, en los que predominan la corrupción y la doblez, el ejemplo de Echeverría indica el camino, el ideal a perseguir: la conciencia personal como generadora de responsabilidad y ésta, a su vez, como único sostén eficaz de la convivencia. Jamás nadie dio una lección de Ética como la dictada por el "héroe del monopatín". Descanse en paz.

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