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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Aeropuerto Gran Canaria-Benito Pérez Galdós

En un ámbito tan deslizante como los méritos contraídos no hubiese dado mi firma para que el Aeropuerto de Gran Canaria se llamase Tomás Morales, Blas Cabrera, Alonso Quesada, Néstor, Domingo Rivero, Josefina de la Torre, Manolo Millares, Pancho Guerra, Martín Chirino, Óscar Domínguez, Pedro Cabrera, Jorge Oramas, Plácido Fleitas, Agustín Espinosa... Ninguno de ellos, entiendo, tiene la potencia suficiente para dar nombre a la infraestructura. Ya sé que hay muchos que pensarán lo contrario, algo irremediable cuando se trata de situar a Canarias o a los canarios en el mundo: solemos desbarrar, agigantar y hasta delirar porque somos muy narcisos, excesivamente maravillados de nuestras excelencias, dígase la ristra de creadores citados más arriba. Ahora, si me tengo que quitar el sombrero de copa por alguien es por Benito Pérez Galdós, es decir, apoyo la iniciativa en el Senado de María del Mar Julios para que el Aeropuerto adquiera el nombre del escritor, y me parece una auténtica chorrada que el pleno de Telde se oponga a la desaparición del nombre de la Isla por cuestiones derivadas de la fidelización turística. Siempre pensando en lo mismo. El autor de Doña Perfecta construyó un cosmos literario que nos permite asomarnos a una España llena de contradicciones, siempre dividida por facciones, preñada por las turbulencias católicas, esquinada con la ciencia, incapaz por sus lastres políticos, obesa de caciquismo y llena de personajes y personajillos cuyas sombras chinescas conforman aún el relato de nuestros informativos. Y todo ello, en muchas ocasiones, desde una fotografía de la realidad sobre la que no ha caído el paso del tiempo, y que procura un indiscutible crecimiento exponencial de sus mejores títulos, editados una y otra vez, aclamados entre los escolares o en los departamentos de literatura de las universidades estadounidenses. El escritor es un creador bisagra, con un relato donde la tradición y el progreso están en permanente conflicto, tema más que fetiche y que no acaba de superarse en el transcurso nacional. ¿Son méritos más que suficientes para que el Aeropuerto pase a llamarse Benito Pérez Galdós? ¿O bien una combinación, tal como Madríd-Barajas Adolfo Suárez, que mantenga Gran Canaria? Es evidente que no soy un galdosiano erudito. He sido un lector de él porque mi padre siempre tuvo su edición de las Obras Comple tas de Aguilar (y tengo otros títulos en impresiones más antiguas en proceso de destrucción por los años), en una época en que comprar la colección no estaba bien visto, dado el supuesto anticlericalismo del autor o por la campaña que lo ponía como anticanario, una acusación esta última divulgada por los poderes locales de la Isla y seguida con entusiasmo por un semianalfabetismo que le echaba en cara, ya de forma póstuma, la falta de temática canaria en su obra. Metidos en la jaula de la bulla ambos argumentos hicieron peligrar su Casa Museo y dejó en el olvido el afán de los galdosianos -aburridos de los malabarismos políticos- por la universidad internacional que llevaba su nombre. El Cabildo grancanario, albacea de su legado literario, debería mojarse en la reclamación y afinar una propuesta institucional en el sentido de cubrir la manchas galdosianas de Gran Canaria con un acto de desagravio en el siglo XXI: incorporar a Benito Pérez Galdós al nombre del aeropuerto.

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