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punto de vista

Una querella contra el Segundo Principio de la Termodinámica

Recientemente llegaba a la bandeja de entrada de mi correo electrónico una amenaza de querella, suscrita por un lector, como consecuencia de un artículo que publiqué en este mismo periódico. El artículo en cuestión pretendía desmontar la extendida idea de que la niebla es un recurso hídrico relevante en los bosques de laurisilva de Canarias, una creencia que ya fue rebatida por otros autores hace más de 40 años. Y esto es así, entre otros motivos, porque la niebla sólo contiene un gramo de agua por cada metro cúbico de aire, un hecho físico que se ilustraba en la antedicha tribuna con este contundente símil: una nube del tamaño de una piscina olímpica contiene un máximo de un litro de agua líquida aprovechable. Las ideas recogidas no eran opiniones ligeras, sino el fruto de 20 años de trabajo de campo que iniciamos en el Parque Nacional de Garajonay, en La Gomera, y continuamos en los bosques de Anaga, en Tenerife. Los resultados han sido publicados en revistas científicas revisadas por relevantes expertos en la materia.

La amenaza de querella, digna de la serie Ally McBeal, asumo que halla su origen en el supuesto daño a los intereses del lector descontento, al haber apuntado este investigador el escaso contenido de agua líquida de las nubes. Supongo que, por idénticos motivos, las farmacéuticas homeopáticas deberían apresurarse a demandar al difunto Avogadro por impedir diluciones infinitas; las sidrerías asturianas deberían sentar a Newton en el banquillo por la caída temprana de las manzanas; y los antitransgénicos querellarse contra los trabajos de Watson y Crick, quienes desvelaron la estructura del ADN (y de camino contra los cultivadores de batatas, ese transgénico diseñado por la naturaleza).

La ciencia ha recibido embestidas desde sus inicios. Y desde muchos frentes. ¿El porqué? Muy sencillo: algunos no están dispuestos a aceptar que el Universo se rige mediante normas de funcionamiento, constantes y leyes físicas que lo describen, y con ellas debemos operar para entenderlo. Negar este hecho no sólo nos hace más ignorantes, sino que supone una pérdida de tiempo y recursos que bien podrían emplearse en el avance de la humanidad.

Pero la dimensión del problema alcanza unas cotas aún mayores, porque los desinformados, los que cuentan con intereses espurios en la materia, los lobbies de presión y tantos otros pretenden que se modifiquen las reglas del juego a conveniencia. Y en eso salimos perjudicados todos, ellos también, dado que resulta imposible compatibilizar las necesidades individuales de todos y cada uno de estos diseñadores ad hoc del mundo que nos rodea. Es más: jugar con las leyes físicas en nuestra contra convierte en enormemente tentadora la opción de ir adaptando paulatinamente los hechos en beneficio propio, en lo que supondría una desesperada huida hacia delante con trágico final. Y es que la Física es muy testaruda.

A este respecto me topaba recientemente con la descripción de una máquina de movimiento perpetuo que permitiría "extraer energía de la gravedad". Según dicha descripción, una plataforma marina flotante, conectada a una suerte de poleas y cables que dejen caer un peso hasta el fondo del mar (desde luego, la fosa de las Marianas es harto profunda), sería suficiente para obtener energía "gratis". El inconveniente del artilugio en cuestión es que más que una tecnología para producir energía, se trata de una forma perfecta de consumirla. Dado que el peso debe retornar de forma cíclica a la superficie, las pérdidas en forma de calor por rozamiento con la polea harían que se precisara más energía en la subida que la generada en la bajada, un hecho que establece el segundo principio de la Termodinámica y que fue enunciado por el físico e ingeniero francés Sadi Carnot allá por 1824. Prepárense sus herederos.

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