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la tercera columna

Des-pa-ci-to

No hay duda, ha sido la canción del invierno, de la primavera y lo será del verano, y, me temo que si nadie lo remedia, lo será también del otoño. Luis Fonsi ha dado con la fórmula mágica para lograr lo que algunos sueñan toda su vida: crear una canción que se mete en la cabeza de todos, incluidos los que la detestan, y que suena a todas horas en todas las radios y programas musicales. Hace ya meses que se convirtió en una pesadilla de canción, la verdad. Y ya el colmo ha sido ver como niños de todas las edades la han bailado en las fiestas escolares de fin de curso, elegida por ellos y autorizada por padres y profesores.

A la mayoría le parecerá normal que la estrella de los festivales haya sido Despacito, pero, aunque los niños, sobre todo los más pequeños, bailen la canción casi sin entender o prestar atención a la letra, lo cierto es que Despacito es la descripción gráfica con banda sonora de un acto sexual en una playa. Solo hace falta prestar atención a la letra para saber que su contenido no sería apto para todos los públicos.

A la canción con la que Fonsi taladra nuestro oídos hay que reconocerle que el uso de metáforas (cortitas de calidad literaria, pero efectivas) consigue que ese contenido XX quede algo escondido bajo los acordes y sonidos pegadizos. Y al fin y al cabo, de lo que habla es de amor.

El problema se agranda con esas canciones que los más jovencillos cantan y bailan y que esconden cosas mucho más peligrosas. ¿Alguien ha escuchado con detenimiento las letras del colombiano Maluma? La verdad es que yo no, hasta que me encontré en internet con el mensaje de una madre, Karla Verona, explicando que había prohibido escuchar a su niña de seis años las canciones de este cantante que es jurado del programa La Voz Kids en Colombia y que en España suena en las radios más comerciales con temas como Chantaje.

Esta madre se había detenido en el contenido de las letras y había descubierto que su pequeña, como miles de niños, lo que cantaba y tarareaba eran frases que menosprecian a la mujer y con un altísimo contenido en mal gusto. Un ejemplo: "Estoy enamorado de cuatro babys, siempre me dan lo que quiero, chingan cuando yo les digo, ninguna me pone peros". Y es un ejemplo de los más suaves. Y lo de Maluma vale para una larga lista de cantantes que suenan a nuestro alrededor sin que casi nadie se percate de lo que verdaderamente están diciendo.

Quienes estamos cerca de niños y adolescentes deberíamos pararnos a escuchar las letras antes de dejar que los más pequeños consuman cosas así. No solemos darle mucha importancia a estos contenidos. Con las películas o series parece que siempre hay más cuidado y las clasificaciones por edades establecen algunos límites, como lo hace el horario infantil en las televisiones. Con la música no hay tanto cuidado, pero puede ser muy peligroso que en el cerebro de alguien que todavía está por formar llegue el mensaje de que lo guay es no decirle nunca que no al chico que te gusta o permitir que haga contigo lo que quiera. Y los chicos pueden aprender de sus ídolos que está bien tratar así a las mujeres, que es lo que tienen que hacer para no ser menos hombres.

Una canción pegadiza y, a priori, divertida puede cargarse en apenas un minuto y medio el trabajo de toda una sociedad para prevenir situaciones que pueden derivar en violencia de género y relaciones tóxicas. No se trata de prohibir o censurar, pero el consumo responsable es la única vía. Y sí, lo sé, no es nada fácil. La música entra por todos los rincones y los más pequeños la tienen en la palma de su mano a golpe de teléfono móvil y Youtube.

Esto es solo una reflexión. Si alguien tiene la fórmula, que la comparta.

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