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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Sofá y crisis de pareja

Ashley tiene razón, no es conveniente mandar a la pareja a dormir al sofá del salón, castigo universal de la órbita femenina y de carácter inusual a la inversa. Ella lo hizo y acabó en drama. Mandó al susodicho a galeras y allí murió desvanecido por culpa de un enredo de la saliva en el gaznate. ¡Hay que poner fin a la tortura! La mujer, compungida, dice que el único recuerdo que le queda del fallecido son las palabras de ira que cruzó con él antes de señalarle con el dedo el nuevo punto de destino, alejado del lecho matrimonial. Los sofalogos aseguran que el echadero viene a ser, en el capítulo de las crisis de pareja, un lugar intermedio donde aún cabe la posibilidad de reconciliación, algo que no es drástico ni definitivo, ni expande el aroma de una separación o divorcio reglado. Estos expertos, no obstante, subrayan que una acumulación de noches en el sofá no va a deparar nada bueno, e incluso se atreven a insinuar que la cosa puede acabar en algo más serio: habitaciones separadas. La protagonista de esta columna, cuyo sitio de residencia no he podido averiguar, está que se come los mocos por lo siguiente: el enfado con su marido fue por las horas que se tiraba limpiando alfombras, actividad laboral que retrasaba su llegada a casa más allá de la madrugada. Ashley pensaba que lo hacía por una adicción a los ácaros de los paños o debido a una infidelidad consolidada -las dos razones son elucubraciones-, pero la causa estaba en que buscaba ganar más dinero para invitarla a un viaje a Praga. A la vista de su error fatal, reclama a las parejas que no se vayan a la cama con el cuerpo caliente por una trifulca, y menos que la parte femenina ordene a la masculina, previo ofrecimiento de la almohada, que se vaya al sofá del salón. Creo que es una lección tremenda: de ahora en adelante queda claro que la pena no procede. Ashley podía haber estado en Praga muy feliz.

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