La historia se repite dos veces: primero como tragedia y después como farsa". Y si no, que se lo digan a Pedro Quevedo, diputado estatal por Nueva Canarias, al que, según parece, no deja de aparecérsele el fantasma político de José Carlos Mauricio.

El señor Quevedo sabe muy bien que se echó fuera del tiesto. Lo sabe, de hecho, toda Canarias. Un país asombrado por la forma en que el viejo insularismo, disfrazado de nacionalismo, está jugando con el futuro de todos y todas las isleñas. Desde su ala más derechosa (muy bien representada por el tándem Clavijo-Alonso), hasta su vertiente de centroizquierda (que aglutina el binomio Rodríguez-Morales), tienen bien claro que su credibilidad ha quedado manchada. Ha quedado manchada por haber suscrito un pacto de Estado con una auténtica organización criminal: el Partido Popular. Lo han hecho al apoyar sus presupuestos y permitir que salga adelante su propuesta de techo de gasto, en lugar de sumar fuerzas con quienes queremos gobernar de una vez por todas para la mayoría. Y así lo estamos demostrando en ayuntamientos tan importantes como el de Las Palmas de Gran Canaria.

Mientras tanto, la calamitosa situación de la sanidad en nuestra tierra, que posee listas de espera que aglutinan a más de 100.000 almas. Y, la situación del empleo continúa en un estado deplorable, deteniendo el proyecto de vida de casi 300.000 paisanos, de los cuales, al menos la mitad no percibe ahora mismo ningún tipo de prestación. Nuestra gente, en definitiva, se ha convertido en moneda de cambio de los políticos que padecemos.

El refuerzo de Coalición y Nueva Canarias al gobierno austeritario de Rajoy, no ha venido acompañado de soluciones destinadas a erradicar la pobreza y exclusión que amenaza a una de cada cuatro personas en las Islas. Nada de eso. Los votos de oro de Oramas y Quevedo ni siquiera han servido para corregir el déficit que sufre Canarias desde que en 2009 fuera aprobada la actual ley de financiación autonómica, con el apoyo, dicho sea de paso, de Coalición Canaria. Instaurando así un modelo que ha supuesto la merma de cerca de 700 millones de euros al año a las arcas públicas del Archipiélago, incluidas las partidas del REF.

Es muy triste encajar el triunfalismo de Clavijo y Rodríguez tras aprobar unas cuentas que no son para la gente, sino que dan prioridad a carreteras, tendidos eléctricos o un auditorio, antes que a la situación de emergencia social que sufrimos en nuestra tierra. Defender las Islas es defender a su pueblo, sobre todo en aquello que nos iguala: los servicios públicos. Todo lo demás son eslóganes baratos de una élite acomplejada y populista que solo es capaz de imaginar la canariedad cuando está vestida de mago.

Esta enésima traición tiene, sin embargo, su explicación. Para encontrarla basta con remontarse atrás en el tiempo hasta el nacimiento de estos como proyecto político (del que también proviene, que no se olvide, Nueva Canarias). Fue José Carlos Mauricio el primero que aniquiló, en forma de moción de censura, las esperanzas de cambio de una gran cantidad de paisanos que anhelaban un cambio político basado en el autogobierno. Y, tan sólo tres años más tarde terminamos de salir de dudas al confirmarse el apoyo de estos falsos nacionalistas al gobierno mafioso de José María Aznar. Dos episodios que dieron apertura a una etapa marcada por la corrupción y los recortes en sanidad y educación que Coalición Canaria puso en marcha en las manos expertas de Hermoso, Rodríguez, Martín y Rivero; mucho antes, por cierto, de que empezara la crisis actual.

Esa fue la tragedia, lo que ahora vivimos es la farsa. El increíble teatro protagonizado por Nueva Canarias y Coalición. Dos partidos que se han valido impunemente de los sentimientos de todo un pueblo para velar exclusivamente por sus negocios privados, haciendo cualquier cosa por mantenerse en el poder, cualquiera... demostrando, efectivamente, que el pasado puede reproducirse en el presente. Ahora bien, por mucho que puedan volver los fantasmas del pasado, la historia jamás absolverá a los que han vendido a su tierra y a su gente.