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reflexión

El azúcar, ¿el malo de la película?

El consumo medio de azúcares en nuestro entorno es "excesivo". La evolución del consumo de este interesante y delicioso nutriente ha pasado de una ingesta media por habitante y año de 3-5 kg en el siglo XVIII a los cerca de 70 kg en la actualidad. Dicho de otra manera, hemos multiplicado "por veinte" el consumo medio del azúcar por habitante y año en los últimos tres siglos de nuestra historia.

Datos más recientes, aún resultan más desfavorables. A nivel mundial hemos pasado del consumo de azúcar diario por persona de 58 gramos en el año 2003 a 63 gramos, en el año 2013, lo que supone un aumento de casi del 10% en 10 años. En Europa, los mayores consumidores de azúcar son España y Reino Unido. Un español medio consume 111,2 gr de azúcar diario, cifra muy superior a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Ante este aumento constante y desmedido del consumo de este dulce la propia OMS actualizó en marzo de 2015 sus recomendaciones sanitarias limitando su consumo del 10 al 5% del aporte calórico cotidiano diario lo que supone un consumo máximo de 12 cucharillas de azúcar al día (unos 50 gramos diarios).

El problema de base no radica tanto del uso que hacemos de forma consciente de este nutriente (p.e el uso del azucarero, terrones o sobres de azúcar) como del consumo "oculto" de azúcar contenido en muchos de los alimentos que habitualmente consumimos. Hasta el 80% de este ingrediente lo tomamos de forma inconsciente. Cereales del desayuno, yogures y refrescos de todo tipo, salsas, embutidos o algunos tipos de comidas preparadas son sólo algunos ejemplos de ello. El consumo de "azúcares añadidos" a su vez puede pasar inadvertido para el usuario con algunas denominaciones menos conocidas que incluyen entre otros el jarabe de maíz, los jarabes de malta y arce, la miel, la melaza, la fructosa (como tal o líquida), la dextrosa o la dextrina.

Según varios expertos en este tema el consumo de azúcar se puede convertir en una auténtica adicción incluso superior a otras drogas duras bien conocidas como la heroína. Así el consumo excesivo de azúcar mantenido en el tiempo puede ser una de las causas contribuyentes al desarrollo de enfermedades graves como la obesidad infantil, la diabetes mellitus, la hipertensión arterial y algunos tipos de cáncer.

Hay un documental llamado Sugar Film (2015), secuela del documental Super size me, publicado 10 años antes en EE UU, que trataba sobre el consumo de comida rápida y los problemas de salud derivado de ello. El argumento en esta ocasión es muy similar. En la "película del azúcar" el actor australiano Damon Gameau, se sometió a una dieta especialmente rica en azúcares durante dos meses consecutivos. El consumo diario de azúcar del protagonista equivalía a la toma de 40 cucharadas de azúcar diarias. A las 3 semanas de iniciado su experimento, recibía las peores noticias por parte de su médico: aumento importante de su perímetro de cintura, aumento del peso, de los niveles de azúcar en sangre y otros.

El etiquetado nutricional sigue siendo otro "problema". Aún con la última modificación aprobada en Europa hace 7 años la etiqueta nutricional de muchos productos sigue siendo un jeroglífico difícil de interpretar para la mayoría de los ciudadanos. Un estudio reciente publicado en 2014 en la revista Appetite titulado "Concrete images of the sugar content in sugar-sweetened beverages reduces attraction to and selection of these beverages" pone de relieve algo sencillo, y presumible, pero importante. No es lo mismo que al consumidor se le informe que la bebida a ingerir contiene 70g de azúcar, que decirle que esos mismos 70g suponen 28 terrones de azúcar y mucho menos mostrárselos p.e en una fotografía.

Sin duda las autoridades sanitarias de nuestro país pueden y deben actuar de la mejor manera en informar, formar y educar a los ciudadanos en hábitos de salud que incluyen entre otros llevar a cabo una dieta sana, así como la realización de actividad física de forma regular. La aplicación del impuesto a las bebidas azucaradas puede ser una medida "eficaz", pero no única ni suficiente. La educación en los niños, la reeducación en mayores y la mejora de los etiquetados nutricionales deben formar parte también de las políticas sanitarias de nuestro país. Mejorar la salud de los ciudadanos es de justicia y además ayudaría a mejorar "la salud" del Sistema Público de Salud.

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