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ARTÍCULOS DE BROMA

Besos y flores para ciclistas

La Vuelta Ciclista a España, sensible a los reproches de sexismo, quitará del protocolo que festeja al vencedor los besos de las azafatas y añadirá unos azafatos que ayudarán a entregar el ramo de flores.

Esto es un paso más en el camino de una revolución imparable para quienes tienen la mirada del sexador de pollos, un trabajo bien pagado que consiste en definir en cuatro segundos si el polluelo recién nacido es gallo o gallina. (El lenguaje de género animalista aún no ha reclamado "galla" ni "polla").

Lo revolucionario sería que recibiese besos (de chico, chica, de anciano, de niño) y flores el perdedor. Antes que revolucionario, sería lo lógico.

El vencedor ya tiene la victoria, su nombre en los registros, el premio económico correspondiente y el título o trofeo acreditativo. ¿De verdad alguien cree que necesita besos y flores en medio del jadeo por el esfuerzo y la masa que le aplaude?

No. Por eso reciben el beso pero nunca se quedan a devolverlo en condiciones y aceptan el ramo y lo sueltan en cuanto acaban las fotos. ¿Algún ciclista ganador de etapa o de vuelta recuerda qué flores componían el ramo?

Agasajar al triunfador, esa forma de acudir en auxilio del victorioso, nos viene de antes de separarnos de los gorilas y representa la búsqueda de beneficio, de la protección y de la mejor carga genética para la descendencia.

En cambio, a ese perdedor que ha hecho más lentos los mismos kilómetros con las mismas pendientes y bajo la misma lluvia, al que sólo espera un juez para apuntarlo el último, le vendrían bien unos cuantos besos de desconocidos, niños, ancianos, chicos y chicas, que valoraran su esfuerzo y sus capacidades (que también las tiene). Cuando llegara al hotel pondría en agua las rosas blancas.

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