Cifuentes va de rubia y se estremece al conseguir en las negociaciones energía positiva por el hecho de serlo. Todo es discutible. Pero lo que no lo es, en modo alguno, es que se haga la rubia mohína al percibir un debate sobre su idea de no salir de vacaciones, puesto que no tiene mejor plan que quedarse en un Madrid con el asfalto pegajoso. El comentario de la presidenta ha molestado a los currantes, y ha puesto a desfilar una serie de opiniones sobre la necesidad de desconectar, cómo hacerlo (con o sin móvil), cuánto tiempo, dónde... Existe consenso sobre la relevancia del derecho laboral, pero también en cuanto a lo poco recomendable que son algunas burradas que se hacen en este país, como la que se le ha ocurrido a Cifuentes largar por su boquita. Debería ser consciente de que el no disfrute vacacional la hace más proclive a hundir su carrera política, a carecer de una frescura neuronal para atender su agenda política, a estar más ágil para evitar las trampas que le tienda Soraya. En definitiva, corre el peligro de ser un activo quemado al negarse a salir de vacaciones. El sistema productivo de las fábricas niponas padeció en su momento el enganche laboral, sus trabajadores lloraban por tener que irse de vacaciones. Desconozo si se buscó algún remedio, o bien se asentó el uso hasta nuestros días. Puede ser que la alto cargo del PP padezca una adicción al trabajo, que sea incapaz de tomarse una copa viendo el mar o el movimiento de las hojas de un árbol. A ella le ha parecido sorprendente que su comentario alcance cierto nivel sociológico. Quizás no se ha dado cuenta de que la generación de posguerra trabajó mucho de sol a sol. La verdad es que lo aconsejable es que cierre su despacho en verano, pero si quiere ir de rubia bajo el aire acondicionado y el fuego de la capital, pues allá ella. Pero que no perturbe al resto.
