Cuenta la leyenda que en un país muy cercano, / presidía un presidente que parecía campechano. / Ganaba elecciones gracias a la destreza / de hablar siempre con la boca espesa. / Tenía reputación de orador muy duro / y como en aquel cuento del rey desnudo / sus frases eran aplaudidas por el partido, / aunque todos sabían que no tenían sentido.

Pero entre dicha y dicha, como dice el dicho, / siempre llega la tragedia, fea como un bicho: / saltaron a la prensa y de ahí a los juzgados / unos amigos suyos muy bien trajeados. / El juez no tardó en citarlo de testigo / para pedirle detalles de algunos asuntillos. / ¡Oh, qué desgracia! ¡Oh, cruel destino! / ¡Cuando abra la boca será un desatino!

Llamaron a un especialista / que le ayudara con el discurso / un tipo discreto y con muchos recursos. / "Si preguntan por la financiación de sus campañas, / ¿Qué tiene pensado decir que no suene a patraña?" / "Les diré claramente que es el vecino el que elige al alcalde / y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde" / Ante esto el coach lo observó con tristeza, / pues rimar la misma palabra no muestra destreza.

Sin esperanza el especialista le pidió otra respuesta / y como siempre el presidente se la dio mal puesta. / "Cuénteme algo de sus amigos juzgados" / "Que somos sentimientos y tenemos seres humanos" / La cosa pintaba chunga y no sabía qué pensar / pues se le entendía menos que a Kenny, aquél chiquillo de South Park.

Desesperado, le enseñó sus mejores trucos, / pero el presidente no entendía y seguía muy confuso:

"¿Entonces pienso antes de hablar, / o al final hablo tras pensar?"

"No quiero que parezca que se burla del juez" / dijo el especialista, / "pero está claro que no le controlo, / es usted más imprevisible / que el fichaje de Vitolo". / A lo que el presidente respondió

"Cuanto peor mejor para todos / y cuanto peor para todos mejor, / mejor para mí el suyo,

beneficio político" / (No busquen la rima de esto que será un trabajo en balde, / yo ya lo he intentado y perdí toda la tarde.)

"Mire, tome esta foto que es de un senil tesorero / y cuando el juez le pregunte la señala con el dedo. / El no sé parece un argumento bueno, / pero temo que termine diciendo seno.

Así que asienta o niegue con la cabeza / y que Dios reparta suerte en esta empresa"

Y dice la leyenda / que en- tre ellos surgió una amistad bonita / por eso al despedirse los dos se dijeron: "¡Fin de la cita!"