Hubo un tiempo en que tener un compromiso con la libertad y la democracia en este país era un riesgo. Y si encima eras un músico que se dedicaba a tocar con un grupo de amigos canciones de hondo contenido social, de barrio en barrio y sin cobrar un duro, pasabas a ser un claro objetivo para aquella infame Brigada Político-Social del régimen franquista. Uno de esos músicos es Javier Moreno, que el viernes falleció de un infarto en la playa de Arinaga y anoche fue incinerado en Las Palmas de Gran Canaria, la ciudad donde nació hace 61 años.

Javier Moreno fue uno de los fundadores del grupo Magma-12 a principios de la década de los 70 del siglo pasado, cuando apenas contaba con 17 años. Musicalmente hablando era una mezcla de dos grupos nacionales muy de moda en aquellos años como Aguaviva y Nuestro Pequeño Mundo, aunque también interpretaban a autores de América Latina como Atahualpa Yupanqui, Alí Primera, Carlos Puebla, Horacio Guaraní o Daniel Viglietti. Social y políticamente, el grupo estaba a la sombra del PCE, el único partido que mantuvo la antorcha de lucha contra la dictadura a lo largo de casi 40 años. El grupo logró el reconocimiento regional con su participación en el III Festival de Los Sabandeños, celebrado en 1974 en La Laguna, junto a Nuevo Mester de Juglaría y Claudina y Alberto Gambino. Un mes antes había sido protagonista en las 24 Horas de Folklore de Telde en homenaje a Víctor Jara.

Con la marcha de casi la mitad de los componentes del grupo a distintas capitales españolas por motivos universitarios, Javier Moreno aterriza en La Laguna junto a otro componente de Magma-12, Manolo Grimaldi, donde forman con otros tres componentes (Mercedes Doreste, Alberto Zobhi y Juan Luis) el grupo Palo. En esta etapa hay un salto de calidad y ahora componen sus propios temas o ponen música a poemas de diversos autores canarios, como Agustín Millares o Pedro Lezcano. Palo pudo sentar las bases de una nueva canción canaria con personalidad al abrir nuevos caminos en la composición, posiblemente por la presencia de Alberto. Pero como es de esperar en grupos no profesionales esta aventura apenas duras tres años.

Posteriormente Javier Moreno hace un dúo con el propio Grimaldi, para terminar cantando en solitario. En 1986, gana el concurso regional de cantautores y queda finalista a nivel nacional en un certamen celebrado en Granada que gana el conocido cantante madrileño Javier Batanero. Esta vez Moreno se acompaña de una potente banda y termina grabando un elepé que puede considerarse en la actualidad como una rareza musical del panorama insular de aquellos años.

Javier Moreno tuvo la oportunidad de plantarse en Madrid a principios de los 80, cuando la capital española era un hervidero musical. Aún recuerdo la insistencia del cantante Luis Pastor y del crítico Antonio Gómez para que diera ese paso en una larga noche de copas y canciones. Nunca sabremos lo que hubiera pasado, pero Javier tenía condiciones para hacerlo y haber triunfado, como lo hizo años después Pedro Guerra. Pero así son los traspiés de la vida.

Siempre nos quedará el recuerdo de aquellos años del tardofranquismo, donde Javier Moreno y sus compañeros de Magma-12 o Surco o Palo, hicieron de la canción una forma de lucha, convirtiendo cada concierto por barrios y pueblos del interior en una pequeña parcela de libertad donde ya se saboreaba la llegada de la democracia. Su memoria, igual que la de Pino y Pilar, seguirá viva porque nadie muere del todo mientras existan personas que le recuerden.