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CARTAS A GREGORIO

Manuel Ojeda

La venganza

Querido amigo: El coche, el más claro exponente del desarrollo de nuestra sociedad, se ha convertido en un arma para matar, como en otras ocasiones ha sido el tren o el avión. Así, todos los medios de transporte masivo han pasado a ser una herramienta mortal en manos de quien quiera utilizarla, y no deja de ser una terrible ironía que los medios que hemos creado para acercarnos se estén utilizando para alejarnos.

Nos quedan las comunicaciones marítimas, el medio más tradicional para unir los pueblos, pero hemos hecho del mar un cementerio y el testimonio de nuestra incapacidad de entendimiento.

Las invasión de Irak en 2003 fue la respuesta de EE UU a los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero aquella acción tan contundente solo logró agudizar el problema, y las raíces del terrorismo árabe están ahora más cimentadas que nunca.

Hay un antes y un después de que USA y sus aliados sometieran a los países musulmanes para controlar su petróleo y sus gobiernos instalando enormes bases militares a su alrededor. Desde entonces han conseguido sembrar la semilla del odio en aquella parte del mundo y con ella, los fundamentos del terrorismo islámico más radical.

Robert Bowmann, un obispo de Melbourne Beach en Florida que antes había sido piloto de caza en Vietnam, se dirigía al presidente de Estados Unidos para decirle: "En vez de enviar a nuestros hijos e hijas por el mundo a matar árabes y obtener así el petróleo que hay bajo su tierra, deberíamos enviarlos a reconstruir sus infraestructuras, beneficiarlos con agua potable o alimentar a los niños en peligro de morir de hambre. Esta es la verdad, señor Presidente. Esto es lo que el pueblo norteamericano debe comprender".

Pero hemos optado por el ataque como forma de defensa sin calcular las consecuencias que tiene. La venganza es hereditaria y un mal pertinaz que pasa de padres a hijos alimentando el odio entre la gente.

Sin embargo, las circunstancias que determinan los intereses para la explotación de las materias primas parecen estar perfectamente controladas por parte de los explotadores, mientras que la respuesta de los países explotados es brutal y desordenada. Claro que tampoco tienen otro medio que el terror para contraatacar y se despachan sanguinariamente en nuestras carnes para crear una situación insoportable de presión. ¿Es este el precio que tenemos que pagar...?

La vida y la muerte en las calles de Barcelona y en las de cualquier otro lugar del mundo, está en manos de un grupo de salvajes despiadados que matan en nombre de un dios vengativo y una religión que premia el suicidio con la gloria eterna.

Pero las cosas no pasan solo porque unos locos cargados de odio arremetan contra víctimas inocentes. Tiene que haber otra causa más profunda que, de persistir, va a seguir alimentando el terrorismo.

El rencor es como las chinchetas, Gregorio, que siempre caen con el pincho hacia arriba, y que en el momento más inesperado te la vuelves a encontrar y se te clava...

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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