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Alfonso González Jerez

RETIRO LO ESCRITO

Alfonso González Jerez

Nuestra agenda política

En dos o tres meses no se hablará de las puñeteras microalgas. No se escucharán profecías tremebundas ni especialistas que pueden encontrarse a un euro en las tiendas de chinos adelantarán nuestra muerte enredados en ese moco verde ni se verá a cargos públicos de la heroica oposición señalando en fotos colonias de cianobacterias como si se acercase el kraken con cara de José Manuel Baltar. El otro día Wolfredo Wildpret puso un poco de orden al recordar que las aseveraciones deben contar siempre con el soporte de pruebas empíricas susceptibles de ser analizadas o contrastadas científicamente. Recordó también sus encuentros con microalgas como bañista, porque cualquier isleño, si no sufre de amnesia crónica, lo puede recordar. Yo recuerdo las asquerosas microalgas en el sur de Tenerife, a la altura de Callao Salvaje, allá por 1980, bastante antes de la explosión turística en la costa de Adeje y la construcción de los hoteles de cuatro y cinco estrellas que hoy se levantan en el litoral. O más o menos en las mismas fechas en la humilde playa de Valleseco: olían a meados viejos y provocaban picores en la piel. Exactamente como ahora. El circo político e informativo que se ha montado alrededor de las colonias de microalgas guarda más relación con la situación política de Canarias que con las colonias de cianobacterias. Para el combustible opositor y el amarillismo periodístico las microalgas son una ganga. Los problemas de la financiación autonómica, el brutal desempleo estructural del país, la nunca emprendida reforma de las administraciones públicas o la miserable inversión en I+D+I son asuntos complejos, enojosos, comprometedores. A las colonias de las microalgas solo hay que señalarlas con el dedo y adoptar una expresión de espanto, decepción o dolor patriótico.

Es lo que ocurre habitualmente con la agenda política canaria. Gracias a la feliz colaboración entre políticos y periodistas la agenda política contempla solo estas cuatro o cinco variables, año tras año, legislatura tras legislatura:

a) ¿Con quien pactará Coalición Canaria?

b) ¿Quiénes serán los consejeros del Gobierno?

c) ¿El PSOE tiene remedio o tiene, por lo menos, un líder solvente a quien echarle la culpa?

d) El PP colaborará con la estabilidad. Especialmente con la suya.

e) ¿Cuánto consiguen los nacionalistas con cuatro, tres, dos, un diputado en el Congreso?

f) ¿Quién ha dicho qué?

g) Vamos a morir todos.

Así se va pasando el rato. El verano. El presente y, poco a poco, ese presente cada vez más abaratado, el futuro. Hemos pasado de 10 millones de turistas anuales (extranjeros y peninsulares) a principios de siglo a casi 10 millones en 2016 sin la más modesta previsión sobre la gestión de los residuos, sin olisquear siquiera el concepto de ecología urbana. En 7.493 kilómetros cuadrados -en realidad en poco más de 5.000, descontando parques naturales y parajes protegidos- pululan, comen, se mueven, mean y defecan 17 millones de personas cada año. Pero eso no ha estado en la agenda política en el nuevo milenio. Como no lo está el colapso de la administración de justicia, por ejemplo. Pero las microalgas. Fíjese bien. Son preciosas, las microalgas. Una auténtica plaga.

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