Antes de que estallara la operación Saga para investigar un supuesto fraude en la Sociedad General de Autores de España (SGAE), su presidente, Teddy Bautista, reconocía a un internauta su sueldo maxiconfort: nada menos que 250.000 euros anuales. Según el gestor, el grueso de su dicha lo estableció una consultora, sobre la que influyó, según él, su gestión para que los cobros por derechos de autor de los socios aumentasen nada menos que un 2.100%. La justificación dame por lo que te he dado se descarrila una vez más con el auto de procesamiento del juez de la Audiencia Provincial José de la Mata, que está dispuesto a empurar a Teddy Bautista por una "depredación" que alcanza los 21 millones de euros con la creación de un entramado del que supuestamente se beneficiaron su amigo Neri y familia. La opulencia de la era Teddy resultó todavía más sulfurosa debido al afán recaudatorio de la SGAE, que mandó a inspectores por verbenas populares, bodas y gasolineras con hilo musical para cobrarse su diezmo. El zar de los músicos y escritores, asediado por la investigación judicial, decide dimitir. Se lleva para su casa otro signo que sugiere la conversión de la SGAE en una especie de empresa del Ibex, aquilatada con todos los ornamentos del pelotazo cultural: le corresponde una pensión de 23.000 euros, mensualidad que ante la alarma suscitada le quita la directiva entrante, y que finalmente vuelve a recibir por decisión judicial. De la Mata le imputa los delitos de administración desleal y de apropiación indebida, acusaciones que tendrá que refutar para demostrar que no convirtió el madrileño Palacio Longoria en otro de los puntos neurálgicos del enriquecimiento de un capitalismo de amiguetes bajo el barniz de la poesía o la nota musical. La protección de los creadores cayó fulminada por algo tan literario como la codicia del caudillo.
