La oposición parlamentaria está realmente salerosa. Cuando la consejera de Medio Ambiente y Sostenibilidad, Nieves Lady Barreto, comenzó a citar el informe técnico del equipo de científicos del Instituto de Oceanografía de Canarias y Cambio Global, se escucharon murmullos irritados y algún abucheo. Porque, repentinamente, la oposición decidió que no se debía hablar de microalgas, sino de vertidos de aguas residuales. Esto comienza a ser tan grotesco como hastiante. Sin la llamada "crisis de las microalgas" no se hubieran reunido sus señorías para afearle la conducta al Gobierno autónomo pero, sorprendentemente, el Ejecutivo era acusado simultáneamente de haber propiciado la plaga bíblica, que amenaza la salud de los canarios y los burgados, y de esconderse entre las microalgas para no hablar de lo realmente importante.

Incluso Román Rodríguez recordó ayer -no suele hacerlo-que fue presidente del Gobierno de Canarias, pero solo para admitir que al final de su mandato alguien, vaya usted a saber quién, le dijo que se vertía mucho agua sucia por ahí, sin precisar exactamente por dónde.

A continuación se recuperó de tan vaporosa remembranza y acusó al Ejecutivo de haberse cargado de un plumazo los preceptos de la ley de directrices que prohibían y sancionaban los vertidos de aguas residuales en tierra y en el mar. Eso es una completa, mendaz y rotunda estupidez. La ley del Suelo no destruye ninguna normativa que regulara los vertidos ilegales, debidamente catalogados, reconocidos y considerados en leyes europeas, españolas y canarias, como la propia ley de Aguas de 1990. Todo eso es irrelevante para Román Rodríguez y, en general, para las fuerzas de la oposición de izquierdas. Un humilde hecho -que tanto PSOE, como PP, como Nueva Canarias hayan tenido responsabilidades municipales e insulares en la gestión del ciclo integral del agua- no merece tampoco ninguna atención de los diputados.

Durante la tramitación parlamentaria de la Ley del Suelo la gestión del ciclo integral del agua, y en particular las redes de saneamiento y los vertidos ilegales, apenas consumió tiempo en los discursos de los portavoces. Carecía del interés instrumental que ahora ha cobrado en la estrategia fuenteovejunera de los grupos parlamentarios para desgastar al Gobierno y erosionar la maltrecha marca electoral de CC. Ruido tremebundo y furia al adjetivar, sin embargo, pueden llegar a hastiar a una ciudadanía que solo oye trifulcas, pero que no alcanza a escuchar acuerdos, programas, soluciones.