Tiene todo el perfil de estafa de trileros en un país carente de resortes para hacerle frente a los rinconetes y cortadillos del camino, Al conocer la exitosa pesquisa policial, reflexiono sobre la cantidad de controles que uno pasa gustosamente, sobre todo en el ámbito sanitario, para evitar el mal uso de los impuestos. Pero en el caso del timo de la indigestión, por las razones qué sea, no ha sido así: una banda británica aleccionaba en Palma de Mallorca a extranjeros para sacarles dinero a los hoteles por una supuesta intoxicación alimentaria. El modus operandi cimentó por el peculiar procedimiento una estafa de 60 millones de euros. Solo bastaba presentarse en recepción con el justificante de haber adquirido un fármaco antidiarreico. Los cabecillas de la banda se encargaban de tramitar la denuncia para obtener el reembolso del coste del viaje para el supuesto afectado. Imagino que los establecimientos acosados valorarían bastante no ver sus nombres publicitados como culpables de un desarreglo estomacal por culpa de una bacteria o una mahonesa en mal estado. Las misteriosas indigestiones empezaron a darse desde el año 2013, por lo que deben ser muchos, muchísimos, los expedientes de extranjeros que han sufrido diarreas imparables -y disculpen por lo escatológico-, descritas minuciosamente al recepcionista de turno. Flipa uno un rato al constatar lo fácil que es elaborar un timo en España, donde todavía falta afinar determinados filtros, que, sin embargo, sufrimos los turistas españoles en el extranjero. ¿Conocen ustedes algún lugar de Europa donde se consiga el reembolso de lo gastado en vacaciones por una intoxicación alimentaria sin comprobar? Los beneficiados por sus gestiones llevan años reventados de risa por la magnanimidad de los españoles ante la indigestión. Estoy seguro de que algunos han empleado el recurso en varias ocasiones.
