Más allá de la evidente transcendencia social de la Peña en nuestra isla, a través de su influjo intergeneracional, estamos ante un icono que asciende a una cima que supera su fijado ámbito religioso. La Peña es un eterno retorno para quien se inició en su conocimiento y en las entrañas y vericuetos de las sendas que llevan a su santuario en Vega de Río Palma.

Del mismo modo que en otros puntos del planeta podemos reconocer experiencias similares, en torno a una referencia clara que marcó la historia de esas latitudes, también en la Peña encontramos unos reconocibles surcos en la memoria colectiva de un pueblo, el majorero, que se ancla en la costumbre de volver continuamente a un espacio al que se llega tras los pasos del recuerdo.

Ya ni siquiera importa, ni importó, de manera sesgada, la hondura de una veneración ni la limpieza de una profesión de fe; la Peña era y es la encarnadura de una singular manera de sentirse parte de una colectividad, del ungimiento de una roca mojada por la espuma de nuestra historia, de las páginas de vidas absorbidas por la reseca tierra que pisamos bajo la eterna noche que observa cómo avanzamos, lenta, inexorablemente, una vez más, hacia el eco de las artesanas manos que le dieron forma hace siglos.

Si tuviéramos que despojarnos de las cargas cotidianas que, con frecuencia, nos impiden obtener una mayor amplitud de miras, mayor serenidad en el juicio, es probable que acabáramos atraídos por la claridad de un reducto donde obtener lo que se hubiera perdido en algún trayecto vital. Es posible, efectivamente, que en ese caso nos amparáramos en un faro como el que se encuentra en Vega de Río Palma.

Quienes hemos vivido la experiencia de transitar los caminos que llevan a la Peña sabemos de su significado y de su trascendencia, con un horizonte trufado de la necesidad de sentirse parte de lo que nos ha hecho pueblo.

Hay que vivir la Peña con la paz que desprenden los pasos que podemos dar en los infinitos senderos de nuestra isla, que en septiembre llevan a Vega de Río Palma.

¡Vamos a ver a la Peña... Disfrutemos del camino.