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OBSERVATORIO

Lo que podría hacer la señora Merkel

En el último trimestre de 2011 la Unión Europea estableció lo que se conoce como procedimiento de desequilibrio macroeconómico (PDM), que no es más que un mecanismo para detectar y, en su caso, corregir de forma temprana desequilibrios que pueden afectar no solamente a la economía que los sufre, sino que potencialmente tengan repercusiones sobre otros estados miembros.

Uno de los posibles desequilibrios es el externo, que hace referencia al saldo de la balanza por cuenta corriente, en relación con el PIB del propio país. Se considera "excesivo" (y, por tanto, susceptible de ser sancionable), cuando, como promedio de los últimos tres años, existe un superávit superior al 6 por ciento o un déficit superior al 4 por ciento.

Alemania ha estado registrando, sistemáticamente durante los últimos años, superávits muy elevados en su balanza por cuenta corriente. El promedio trienal más reciente es del 8 por ciento del PIB, aunque el último dato, el de 2016, es todavía superior: el 8,5 por ciento. Pero no se la sanciona, como tampoco se ha sancionado a España por registrar, durante años, un déficit presupuestario excesivo.

Hay quienes consideran que mantener un elevado superávit de la balanza por cuenta corriente es un hecho positivo, que muestra la elevada competitividad de una economía. Pero es muy probable que usted haya escuchado críticas muy duras a Alemania por mantenerlo, de forma que es conveniente que nos preguntemos si estamos, realmente, ante un problema. Sin duda, lo es. Por ello hay economistas muy solventes que defienden que es tan censurable mantener, de forma permanente, tanto un déficit como un superávit exterior. La explicación es sencilla.

Considerado en su conjunto, el sistema mundial de intercambios comerciales está cerrado: la suma de las exportaciones de todos los países ha de ser, necesariamente, igual a la suma de las importaciones de todos los países; es una identidad contable. Por ello, tanto un superávit como un déficit, con carácter permanente, son un desequilibrio insostenible. Un déficit por cuenta corriente ha de ser "financiado" por los países acreedores (aquellos que mantienen superávit). El problema es que esos desequilibrios, si son continuos, terminan por desencadenar graves fluctuaciones monetarias y crisis de deuda, como la que dio origen a la crisis financiera internacional de 2007/2008. Por todo ello no es de extrañar que se pida a Alemania que haga algo para corregir su elevado superávit de la balanza por cuenta corriente. La señora Merkel dice que nada puede hacer.

Alemania es una economía muy competitiva, una de las más, a nivel mundial. De lo contrario no podría tener tal superávit. Por tanto, la única forma de corregir la situación es que lo sea menos. Se echa en cara al país germano que haya practicado "dumping salarial", es decir que durante mucho tiempo haya incrementado sus salarios por debajo del resto del mundo, por lo que se demanda que los haga crecer mucho más. El argumento es: si sus salarios aumentan más que los de sus competidores, empeorará su competitividad en precios, ya que encarecerá sus productos, y exportará menos, y abaratará los productos de otros países, e importará más.

Ese planteamiento es correcto, pero podría ser simplista, tal como ha demostrado un reciente estudio econométrico del IMK (Instituto de Macroeconomía y Coyuntura) sobre la economía alemana. Veamos.

La balanza comercial se expresa en términos monetarios corrientes. Su saldo es la diferencia entre el valor de las exportaciones y el valor de las importaciones. A su vez cada uno de esos valores es el resultado de multiplicar volúmenes (exportaciones o importaciones) por precios.

En consecuencia, las variaciones en el saldo de la balanza pueden deberse a una modificación de las cantidades exportadas y/o importadas, o a una variación de sus precios, o a una combinación de ambas cosas.

Es cierto que un aumento del nivel interno de precios, en comparación con los del extranjero, hace que las exportaciones sean más caras y que, por tanto, disminuya la "demanda de exportaciones" y, paralelamente, que las importaciones sean más baratas y, por tanto, aumente su demanda. Si cae el volumen de exportaciones y aumenta el de importaciones, las exportaciones netas (diferencia entre exportaciones e importaciones), en términos reales, disminuyen. Eso es lo que se suele denominar "efecto cantidad". Pero, si ahora el nivel de precios es mayor, para la misma cantidad, el valor de las exportaciones será más elevado; es lo que conocemos como "efecto precio".

Dado que la cantidad y el precio se mueven en sentidos opuestos, a priori, sin más información, no podemos saber si un aumento de los precios incrementa o no su valor monetario, dependerá de cuál de los dos efectos sea mayor, el relativo a la cantidad o al precio; en último término, de lo que en economía se conoce como elasticidad precio de la demanda. Pues bien, la investigación econométrica del IMK ha mostrado que la "demanda de exportaciones" alemanas tiene un comportamiento inelástico frente al precio, lo que equivale a decir que, ante un aumento relativo del nivel alemán de los precios frente al exterior, la demanda de sus productos de exportaciones disminuye en menor proporción que en la que aumentan los precios, por lo que los ingresos totales aumentan.

Además, dado que el volumen físico de las exportaciones sí disminuye, el volumen de importaciones de bienes intermedios utilizados para producir bienes exportables también cae, compensando parcialmente el efecto positivo que tendría el aumento de importaciones debido al abaratamiento de las mismas, y eso aminora el potencial efecto positivo sobre el saldo de la balanza comercial. En conjunto, la investigación demuestra que el aumento de los salarios relativos y, por tanto, de los precios, no recorta el superávit, sino que lo ensancha.

No obstante, ello no quiere decir que incrementar los salarios alemanes más que los del resto del mundo sea una política equivocada; antes al contrario, sería muy positivo. Lo que significa es que tal medida no es suficiente para corregir el desequilibrio exterior, por lo que debe complementarse con un giro en la política fiscal discrecional, a lo que el propio aumento salarial puede contribuir positivamente. Un incremento de los salarios da lugar a unos mayores ingresos presupuestarios, tanto por impuestos como en cotizaciones a la seguridad social. Si esos mayores ingresos no se utilizan para la consolidación fiscal, sino para incrementar el gasto (incluso sin alterar el déficit público), ese efecto sí ayuda a corregir el superávit comercial, ya que tendría un efecto directo positivo al aumentar las importaciones, y otro indirecto, al incrementar la renta nacional y, por tanto, la capacidad de consumo, también de bienes importados, por parte de las familias.

En resumen: un incremento salarial relativo más elevado, aunque merma la competitividad de la economía alemana, no garantiza una reducción del superávit de las balanzas comercial y por cuenta corriente, pero sería positivo siempre que se complemente con un aumento del gasto público discrecional. Así quela señora Merkel no dice verdad cuando apunta que no puede hacer nada para corregir el superávit excesivo y continuado de su balanza exterior. Ahora solamente falta que lo haga, tal como debe, aunque lo deje para después de unas elecciones que, según parece, va a volver a ganar.

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