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CARTAS A GREGORIO

Manuel Ojeda

Elogios insultantes e insultos elogiosos

Querido amigo, hay muchas formas de insultar a la gente por más respetable que sea. Es el caso, por ejemplo, de cierto concejal en la oposición de un ayuntamiento de nuestras islas que tiene una forma muy peculiar de expresarse cuando dice: "Señor Alcalde: no voy a decir que el señor Ramírez, Concejal de Urbanismo de este Ayuntamiento, sea un corrupto, nada más lejos de mi intención, ni tampoco quiero decir que su gestión haya sido nefasta para esta institución. La cuestión que me trae aquí no es destructiva ni pretende descalificar a nadie..." Luego, que cada uno entienda lo que quiera entender.

Y es que cuando los políticos afirman o niegan algo nosotros entendemos todo lo contrario, porque ya estamos acostumbrados a oírles decir mentiras, así que cuando afirman: "Yo nunca haría..." es que ya lo ha hecho y que, además, lo volvería a hacer.

Es una forma de decir lo que no es para decirlo aunque no lo sea. No sé si me explico, pero solo hay que insinuarlo. No hace falta que te pongan la mierda encima, solo con que te la pongan cerca ya hueles a mierda.

Cuando trabajaba en Iberia, uno de mis compañeros tenía la costumbre de contarme sus problemas en voz alta de modo que lo pudiera oír todo el mundo, diciéndome cosas como esta: "Mi cuñado es un desalmado y he tenido que pararle los pies porque hasta aquí hemos llegado y no estoy dispuesto a aguantar sus impertinencias..." La cuestión es que levantaba la voz precisamente cuando decía "hasta aquí hemos llegado y no estoy dispuesto a aguantar sus impertinencias".

El que lo escuchaba debía pensar que era a mí a quien le estaba echando el vainazo mientras yo me limitaba a asentir con resignación.

Supongo que era su forma de mostrar públicamente un carácter enérgico que, evidentemente, no tenía. Hasta que un día que ya me había hartado de aquella historia, decidí vengarme jugándole a sus propias cartas. Así que esperé a que tuviéramos gente alrededor y le comenté: "He estado pensando en lo que me dijiste de tu cuñado, y yo en tu lugar le diría: Mira tío, eres un mentecato. Que sea esta la última vez que me vienes con tus cuentos, gilipollas", levantando la voz en la última parte de la frase.

Los compañeros se quedaron sorprendidos por la bronca que le estaba echando a aquel individuo, pero me vieron tan alterado que no se atrevieron a preguntar.

Y es que las apariencias engañan, Gregorio, y también sirven para hacer alguna que otra trastada, como cuando mi hermano Gonzalo tiene la generosidad de dejarme a la puerta de mi casa con su coche, un magnífico Jaguar de última generación. Entonces bajo y, después de dar un par de pasos, me vuelvo y le digo en voz alta: "No se olvide: mañana a las ocho en punto...". No veas la cara que se le queda.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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