Los democristianos se hunden al porcentaje actual del PP, los socialistas pagan cara su alianza con la derecha. Una de las falsedades propagada por quienes han arruinado España a cambio de garantizar la continuidad de Rajoy, ofrecía al PSOE el señuelo de la ejemplar entrega de sus hermanos del SPD germano al regazo de Angela Merkel. Los autores de esta falacia, que ayer estalló por los aires en las legislativas alemanas, siempre omitieron dos datos relevantes. Los socialdemócratas consultaron a su militancia antes de pactar, y la tricancillera estaba a media docena de escaños de la mayoría absoluta. A su adorado líder del PP le faltaba medio centenar de votos, una distonía que ha convertido su segundo mandato en un calvario.

Los entusiastas desde el progresismo de la coalición PP/PSOE, instaurada de facto el pasado octubre con la investidura de Rajoy, deberán explicar los macilentos resultados obtenidos por el admirado matrimonio a la fuerza de la CDU-CSU con el SPD. Con el agravante de que la sección izquierda de la alianza ha quedado aniquilada. Los socialdemócratas han perdido un veinte por ciento de sus sufragios con Martin Schulz, la versión descuidada del intrigante eurócrata Juncker. Lo mejor viene ahora porque, quienes aconsejaban a los socialistas españoles un entreguismo suicida, eran plenamente conscientes de que uncirse al yugo de los populares sellaba la extinción del partido que había aportado dos presidentes a la democracia.

El PP obtuvo un 33 por ciento de los votos emitidos en las generales de 2016. Cuesta tildar de victorioso a un partido que recibe el respaldo de uno de cada cinco adultos, pero lo curioso hoy es que Merkel ha caído al nivel de Rajoy, ha cosechado un porcentaje similar al de sus correligionarios españoles. La cancillera no se ha desgastado en casi diez puntos por culpa de un pacto en el que ha impuesto su hegemonía. Ha pagado el deterioro real o ficticio asociado a la acogida masiva de inmigrantes. El millón de refugiados procedentes de Siria le ha costado un millón de votos para los ultras de la AfD, aquella Alternativa por Alemania que no nació contra el Islam, sino contra el rescate económico de los países del sur de Europa. De hecho, el primer mensaje de Merkel consistió ayer en seducir a los desertores de la democracia cristiana hacia la derecha. En cambio, los fugados garantizaban que expulsarán a la cancillera del poder.

La Alemania del Este excomunista ha vuelto a erigirse en guardiana de las esencias. Los profesores y jueces que montaron la radical AfD, tan exigente contra los velos musulmanes a multar como contra el Holocausto a olvidar, han arrollado a los socialdemócratas en la parte oriental, y se sitúan a media docena de puntos de la orgullosa democracia cristiana.

El mazazo en la antigua RDA resulta especialmente doloroso para Merkel, que no solo ocupó cargos juveniles en el ámbito comunista, sino que debe ser calificada como la primera cancillera socialdemócrata de Alemania. Ayer no se apeó de la rutina de ama de casa o de Hausfrau, imagen que abraza contra las consignas feministas. Sin embargo, es probable que de haber avizorado los resultados electorales, hubiera anunciado su retirada con el diseño de un traspaso ordenado de poderes. Cauta como ningún otro político continental, se negó a extraer las lecciones de las cuatro elecciones a las que se sometió Helmut Kohl.

Con ser moderada, la mayoría minoritaria de Merkel no le impide arrancar una ventaja en dobles dígitos a Schulz. El SPD de Helmut Schmidt y Schröder se aproxima a la irrelevancia. Los entusiastas del abrazo mortal PP/PSOE esgrimirán a su favor la creación en Alemania de un salario mínimo. Es posible, pero el agradecimiento por las medias sociales no ha caído del lado de la izquierda. Mientras la cancillera baraja el pacto Jamaica con ecologistas y liberales, vuelve a demostrarse que los europeos están indignados con Gobiernos que insisten en ignorar el malestar ciudadano.