Europa alerta de que corre por las pescaderías de España un atún rojo intenso cuyo granate no es realmente así, sino que alcanza su mejor grado de esplendor gracias a inyecciones de remolacha. Usted se lo lleva a casa la mar de satisfecho por el supuesto frescor que transpira, sin sospechar lo más mínimo que el lomo-bodegón es un veneno que le va a dejar el estómago muy averiado. ¿Habrá que borrar el sushi de atún de la dieta? Pues a la espera de datos para conocer cuál es el grado de filtración del fraude. Hasta el momento, precaución. La adulteración de un alimento natural forma parte de la panoplia de incógnitas que atribulan al consumidor, que, por un lado, duda de que los controles sean efectivos y de que la información sobre los productos sea verdad; por otro, está sometido a un bombardeo de afirmaciones sin comprobar, por no llamarlos bulos interesados, que provocan alarmas sociales, en especial en el ámbito de la enfermedades de tipo oncológico. Otra tanda de interrogantes vendría de la selva que conforma la autodenominada gama de ecológicos, cada vez con mayor presencia en los puntos de compra. ¿Hay qué dudar al respecto? Aquí, como en tantas cosas, pagan justos por pecadores. Sin ir más lejos en el caso de la advertencia de la UE sobre la calidad del atún que se vende en determinados lugares del país abre una ventana de incertidumbre; un espacio que, con probabilidad, no sólo afectará al excelente túnido, sino que creará un halo de sospecha sobre otras especies. La cautela y el miedo es inevitable en la alimentación. Hay una picaresca peligrosa; el atún, debido a la corriente gastronómica nipona, es un pescado muy valorado, y para colmo, las inyecciones de remolacha llevan tiempo a sus anchas, quizás el que se ha tardado en encontrar el nexo entre las intoxicaciones y el consumo de atún.
