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gente corriente

Por dinero baila el perro

Ni el discurso del rey, ni los tribunales, ni los cuerpos de seguridad del Estado. La ducha de agua fría al independentismo catalán viene con la pela. Es la fuerza del dinero y del bussines lo que puede acabar con esa gran campaña de marketing ilegal, mentirosa y rastrera que ha sido el procés.

Caerse del guindo lo llamamos algunos porque el romanticismo también tiene un límite. De las esteladas y de cantar Els Segadors no se come. De la actividad económica, de los negocios y del empleo sí. En cuanto los bancos y algunas grandes empresas han salido por patas de esta esquizofrenia, ya no es lo mismo. Puede que los separatistas todavía se suban a la farola en la que se ha convertido el Parlamento catalán para declarar la independencia, pero ya saben que buena parte del poder económico no está con ellos.

En realidad, el cambio de sede social de grandes corporaciones no tiene ahora gran impacto práctico. Sin embargo, es lo más importante que ha sucedido en todo este disparate. Es un monumental golpe de efecto y un serio aviso de que la única bandera que ondea en las empresas es la del dinero.

Y esa bandera no cuadra con el futuro incierto que se avecina con el país imaginario del bloque independentista: una salida del euro, una fuga de capitales, unas aduanas con sus correspondientes aranceles y una pérdida del PIB que ríete tú del crack del 29.

Se desmorona el invento. Y las grandes mentiras. Desde aquella falacia del España nos roba hasta la de una Cataluña próspera y rica con empleos para todos y con subidas de pensiones incluidas. El mundo feliz que todos queremos oír.

Una irrealidad y una chulería que aguanta lo que una saliva en una plancha. Lo mismo que ha durado el respeto a la Ley, a la que han escupido y pisoteado mientras manoseaban con insultante desparpajo las palabras democracia-urnas-libertad para beneficio de la causa.

Y son estas actuaciones -exhibiendo que el Estado de Derecho está para saltárselo- unido a la próxima felonía de una declaración unilateral de independencia, lo que han hecho saltar las alarmas empresariales.

Aunque esa declaración sea un brindis al sol y sólo se materialice cuando pretendan asaltar puertos y aeropuertos o la sede de la agencia estatal tributaria, comienzan a pinchar en la médula del sistema.

Y antes de que se instaure un territorio comanche donde siempre hubo una sociedad abierta, inteligente y próspera, los empresarios han dicho basta. Hasta aquí. Se acabaron los jueguitos con las cosas de comer.

La seguridad jurídica para poder desarrollar sus negocios, la confianza de los inversores que hacen crecer sus empresas y la garantía de un mercado sin fronteras son líneas rojas que no van a traspasar.

Ese poderío que se manifiesta desde el ámbito económico para influir en la conducta de los secesionistas es hoy el freno más significativo y real que tenemos. Ya lo dice el refranero: por dinero baila el perro.

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