La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tropezones

Aguavivas

El verano pasado me abordó mi nieto presa de gran excitación, para advertirme que toda la playa de Las Canteras estaba tapizada de aguavivas, que habían prohibido el baño, y que a Pablito, uno de sus amiguitos, le había atacado una de las medusas. Que afortunadamente tras aplicarle unas friegas de vinagre en la pierna afectada, ya se encontraba fuera de peligro.

Como los abuelos no estamos siempre para ser los buenos de la película familiar, sino en ocasiones para convertirnos en aguafiestas, me dispuse a matizar su relato, en aras de su educación y aun a riesgo de asumir el papel de pelmazo.

En primer lugar, hijo mío, lo que tú describes como el desembarco de Normandía por una armada de medusas no es sino el varado de un banco de las conocidas como carabelas portuguesas. Aunque no pertenecen a la especie de las medusas, sus filamentos pican igual. Tienen la facultad de hinchar parte de su anatomía a modo de vela, que sobrenada en la superficie. Al quedar a merced del viento las velas pueden arrastrar todo el banco, como en este caso, hasta embarrancar en la playa y fastidiarles el día a los bañistas. Tampoco creo que le haya servido gran cosa al pobre Pablito la aplicación del vinagre. La orina es otro de los remedios caseros recomendados, igual de ineficaz, aunque con mucho más morbo, admitámoslo. Lo que procede para quemaduras de cualquier tipo de estas gelatinas flotantes es un lavado suave con agua salada, tratando de despegar los filamentos adheridos. Tampoco el agua dulce, otro enjuague propuesto por la sabiduría popular, es aconsejable, pues lo que se consigue por el contrario es reforzar la acción del veneno que permanece en los filamentos en vez de neutralizar sus efectos.

El caso es que, ya lanzado, decidí trasladar a mi nieto parte de mi fascinación por el mundo de las medusas, estos extraños entes poseedores de varios récords mundiales de la fauna universal. Por ejemplo la longevidad de la especie, superando incluso la de los insectos más resistentes de la creación. De hecho las medusas existen desde hace más de 600 millones de años, el triple de la permanencia sobre la tierra de las ubicuas cucarachas. Otro récord del que pueden presumir las medusas, tan indolentes ahí donde las ves, consiste en el desplazamiento con el menor gasto de energía de cualquier bicho del planeta. Lo que le permite viajes a grandes distancias, por mucho que parezca desmentirlo la parsimonia del aleteo de sus cuerpos. Pues aunque sugiera su pausado movimiento una aleatoria deriva, la medusa sabe cómo sumergirse para evitar las corrientes superficiales. De no ser así me temo que las recurrentes mareas dejarían las playas hechas un verdadero asco, al depositarse una y otra vez una manta viscosa dos veces al día, presumiblemente hasta la definitiva extinción de la especie. Algunas familias de medusas poseen distribuidos sobre su bóveda superior nada menos que 12 pares de ojos, todos mirando hacia el cielo, y cuya finalidad parece ser la de planificar su hoja de ruta guiándose por las coordenadas que les brinda el firmamento.

Para no cansarte, dejaremos para otro día comentar el extraño comportamiento de la medusa crin de león, cuyo diámetro puede superar los tres metros, o algunas investigaciones en curso en Japón que aseguran estar a punto de demostrar la inmortalidad de estos desconcertantes seres.

Compartir el artículo

stats