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Inventario de perplejidades

De un ejército a otro

Mientras aguardamos a que el señor Puigdemont conteste al requerimiento del Gobierno sobre el verdadero sentido de su "declaración de independencia aplazada", hemos celebrado en Madrid la Fiesta Nacional del 12 de Octubre, que también se conoce como Día de la Hispanidad o de la Raza, porque en esa fecha se conmemora el descubrimiento de América por Cristóbal Colón.

A tal efecto, tuvo lugar en el Paseo de la Castellana un espectacular desfile de las Fuerzas Armadas que presidieron el Rey y su familia acompañados en la tribuna por el presidente Rajoy y miembros de su Gobierno, presidentes de comunidades autónomas, cuerpo diplomático y asociaciones de víctimas del terrorismo. No acudieron el presidente rebelde de Cataluña, el presidente de Euzkadi y la presidenta de Navarrra, pero esa es una ausencia tan esperada y tan de ritual, que ya no extraña a nadie, como los pitidos al Rey cuando preside un partido de fútbol en el que participa un equipo catalán, o uno vasco, o los dos a la vez.

Y tampoco extrañan a nadie los gritos ni los abucheos de grupos de ultraespañolistas que exigen mano dura para resolver cualquier problema político. Los mismos que abroncaban a Zapatero y los mismos que estaban aguardando a hacer lo propio con Rajoy si el contencioso con Cataluña hubiera descarrilado definitivamente. El día fue despejado y caluroso como corresponde a este inicio de otoño tropical que estamos padeciendo y solo hubo que lamentar la muerte en accidente aéreo del piloto de uno de los aviones que participaron en la parada militar cuando regresaba a su base.

De todas formas, conviene aprovechar la fecha para hacer una mínima reflexión sobre la evolución del Ejército en estos últimos años. Los que tenemos ya una larga vida a cuestas recordamos -y padecimos- durante la dictadura la presencia agobiante de la milicia en la sociedad española. Aquel ejército llamado "de Franco" era fundamentalmente, como dicen algunos historiadores, un ejército de ocupación interior. Una fuerza muy visible en la calle, con cientos de uniformados, desfiles, trompetería, y presencia en todos los actos civiles o religiosos de alguna importancia. Luego vino el testamento de Franco encomendándole al Ejército la custodia del Rey que él había elegido y una larga Transición trufada de atentados, "ruido de sables", agitación en los cuartos de banderas y varias tentativas de golpe de Estado que concluyeron con los bochornosos sucesos del 23-F.

Desde entonces, y tras las reformas dirigidas por los ministros socialistas Narcís Serra y Julián García Vargas, el ejército español ha evolucionado. Por una parte, hacia el exterior en misiones internacionales y por otra, hacia el interior, con la creación por el Gobierno de Rodríguez Zapatero de una Unidad Militar de Emergencias con el objetivo de intervenir en catástrofes, situaciones de grave riesgo y otras necesidades de interés general.

Es obvio, por tanto, constatar, que el Ejército se ha subordinado al poder civil y hasta ya no sorprende el hecho de que las mujeres se hayan incorporado a la milicia y dos de ellas llegaran a ocupar el cargo de ministras de Defensa.

Por cierto, ahora que se habla de reformar la Constitución convendría saber si eso afectará o no al artículo 8, ese que encomienda al Ejército la defensa de la integridad territorial de España.

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