La Provincia - Diario de Las Palmas

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OBSERVATORIO

Como té en el desayuno de la directora general

Ignoro de quién partió la iniciativa para organizar la exposición Pintura y poesía: la tradición canaria del siglo XX. Pero tanto si fue una idea promovida por la Consejería de Cultura como si fue una propuesta de los comisarios, Fernando Castro y Andrés Sánchez Robayna, está claro que al encomendarles su proyecto, o al aceptar el que ellos presentaban, la Consejería confiaba en la idoneidad de ambos para llevarlo a cabo satisfactoriamente. Por ello resulta paradójico que la propia Consejería, después de que la exposición se presentara en el TEA de Tenerife, haya decidido clausurarla, interrumpiéndola, es decir: sin que se sucediera su prevista rotación por centros de otras islas. Así, la Consejería da por perdidos o mal gastados (es lo mismo) los 147.000 euros que al parecer costó organizar la muestra. Un detalle que, desde el punto de vista político, apenas tiene trascendencia: ellos disparan siempre con pólvora ajena, lo que equivale a decir que gastan el dinero del contribuyente, y no el suyo propio: su bolsillo personal no se resiente con los fracasos; es el de todos los ciudadanos el que sufre las consecuencias de una mala gestión.

Lo anterior es, cuando menos, un hecho preocupante; y los motivos argumentados para proceder a ese corte radical revisten carácter esperpéntico: son las malas críticas que ha suscitado la exposición el detonante de su prematuro final (si las malas críticas a una actuación pública determinaran la paralización de su promotor y de lo que este realiza, hace bastante tiempo que el mismo presidente del Ejecutivo canario y sus consejeros estarían fortaleciendo las listas del paro: tales son los comentarios negativos que día tras día se suceden sobre la gestión del gobierno de la Autonomía Canaria.)

He leído varias de aquellas críticas; y aquí mi sorpresa sube de tono: sólo en una de ellas, la de Mariano de Santa Ana, he encontrado argumentos coherentes de oposición: al poner en evidencia algunos aspectos teóricos de la muestra, o al señalar la disparidad cronológica que existe entre los dos núcleos de que consta, a saber: mientras FC fija su atención en artistas plásticos cuya actividad llega hasta hoy mismo, ASR cierra su exploración en la poesía de dos integrantes de la generación del 50: Luis Feria y Manuel Padorno. En los otros comentarios, invariablemente, la objeción que se esgrime es una y la misma: faltan mujeres, ya pertenezcan al gremio de la poesía o al de la plástica. Se citan nombres, como si se tratara de un inventario, sin detenerse en un análisis de los méritos, reales o supuestos, de sus respectivas obras. Al parecer, basta ser autora de versos o de pinturas, tengan estas el carácter que tengan, para que los críticos, agrupados incluso en plataformas digitales, dictaminen que deben estar allí, en la exposición. La Consejería trató en principio de poner remedio a la situación; para satisfacer o al menos contentar a los objetores "ordenó" a los comisarios que incluyeran a más mujeres; orden que, según he entendido, los aludidos no se negaron a acatar (si sucedió así, malo: un político no tiene por qué ordenar la rectificación de un criterio intelectual, si a este se lo sustenta con razón y convicción.) Pero finalmente optó por el corte radical: suprimir la exposición.

Es este, sin ninguna duda, un acto de arbitrariedad autoritaria y caciquil; no extraño, sin embargo, en lo que atañe a los planes pensados y ejecutados por los políticos locales en el ámbito de la cultura. En los últimos años de penuria presupuestaria se han sucedido los planteamientos absurdos, los proyectos costo- sos y fallidos (véase lo ocurrido con el Festival de Música), la protección a propuestas insulsas, etc.; y todo llevado a cabo con un descaro e impunidad absolutas que condenaba a esta Comunidad a la irrelevancia en el ámbito de la cultura hispánica. No he visto que se armaran entonces plataformas digitales para protestar ante tales hechos. Y lo hacen ahora con el pretexto de que "faltan mujeres" en una exposición de poesía y pintura. Un absurdo de partida.

No es necesario subrayar que la mujer ha sido relegada a ocupar un espacio secundario en todas las historias; y ello pe- se a la existencia de relevantes excepciones (y a que lo hecho por estas mujeres excepcionales vale más que la actividad desarrollada por 20 hombres, hay que decirlo.) Pero aquí da la impresión de que se exige de manera imperativa cruzar al extremo contrario: basta ser mujer para que, haga lo que haga en cualquier tipo de trabajo, este sea considerado bueno y merecedor de atención. No tiene sentido la paridad perseguida, incluso con efecto retroactivo -un hombre: una mujer-. Si hubo un Alonso Quesada y un Tomás Morales tiene que haber asimismo, a su lado y en igualdad de condiciones, dos mujeres. ¿Quiénes? ¿Ignacia de Lara, Agustina González, la Perejila? El trabajo de una mujer, en el orden que sea, no debe ser juzgado, tenido en cuenta o marginado por el hecho de ser mujer; debe estimarse en su propia valía. Sólo así se le hará justicia; la sobrevaloración sólo conlleva ridículo (algo que también vale, por supuesto, para los hombres. En este sentido no está de más añadir que el arte y la literatura generados en Canarias están repletos de valoraciones provincianas, es decir: excesivas y sesgadas).

Habría que conocer la estructura teórica de esta exposición para apreciar el acierto, o el error, de lo que incluye y de lo que excluye. Tanto ASR como FC son muy buenos y documentados conocedores de cuanto se ha hecho en Canarias en el ámbito de la poesía y de las artes plásticas; no han obrado, por tanto, con ignorancia, sino con criterio. Lo lógico sería esperar su explicación acerca de la propuesta que han querido armar; un desarrollo crítico que avale lo que se exhibe en la muestra, y que, supongo, constará en el catálogo (aún no publicado, creo.) Descontando gustos subjetivos, que nunca pueden obviarse, no estaría de más suponer que los textos serán lo suficientemente explícitos como para admitir su discusión, e incluso su negación de plano si no se está de acuerdo con ellos, o si se disiente de la correspondencia entre la teoría y la praxis, o se estima aquélla poco razonable; pero eso habrá que hacerlo después, y, naturalmente, construyendo la discrepancia con argumentos de más peso que ese de que "faltan mujeres". Sólo entonces sabremos si el atlas de nomenclátor exclusivamente femenino levantado por los críticos adversos ha quedado fuera de la muestra con razón o sin ella. Y esto únicamente podríamos conocerlo teniendo la oportunidad de ver la exposición y de examinar su catálogo.

Oportunidad que se nos hurta a quienes no pudimos visitarla en el TEA. No creo que la directora general de Cultura -quien al parecer ha llevado el peso de esta trama grouchesca- tenga autoridad moral, y no debería tenerla legal, para suprimirla; se ha gastado un dinero público (bastante, diría yo), y debe -debería- responder de él. Pero la directora general, como si dispusiera que no le sirvan más té en el desayuno, ha cancelado la exposición.

Historia terminada: palabra de Dios.

Los políticos son los únicos dioses que aún creen en sí mismos.

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