En las horas nocturnas de televisión la película que prioriza ahora es el abismo de la sedición, los minutos que le quedan a Rajoy, la segunda carta de Puigdemont, la contestación del Presidente... Esta tremenda empanada catalana-española invade el desarrollo cognitivo, situándose en el charco de las neuronas igual que un platillo volante que sobrevuela la geografía española. Ya hay problemas de insomnio, de personas que no saben si les podrá entrar un poco más de independentismo entre el hígado y el bazo, de nostalgia por una vida sin saturación separatista. El reloj que llevamos dentro ha sido tomado por asalto, mucho antes de la aplicación del 155: el ciudadano catalán de la butifarra vive alarmado con la potencia del taladro, asediado por la incertidumbre, y el resto ya empezamos a padecer los efectos. Pero todavía queda más: el finde también se difumina bajo la pulmonía nacionalista. Rajoy ha decidido que el Consejo de Ministros que nos lleva a la intervención de la autonomía de Cataluña se celebre el sábado. ¡Ya no nos queda espacio vital! El domingo forcejea para no ser absorbido por el huracán que ha obligado a Moncloa a habilitar un jornada sabatina, día de cortarse las uñas y mirar relajado la miga de pan del desayuno. Acabarán con nosotros: reunión de ministros nada menos que un sábado. La salud psicológica corre peligro, va camino de resquebrajarse y no lo cubre la Seguridad Social. Hay que hacerlo con psicoanalista de pago y con pastillas de vanguardia biomédica. Y encima le dan el Premio Nacional a la novela Patria, un nombre que por estas calendas no nos suena a nada, a nada.
Un error: ayer atribuí aquí la autoría de Usos Múltiples II a Magüi González y José Antonio Díaz-Sosa, cuando en realidad es sólo de la arquitecta grancanaria.
