Francamente: solo la firma de Podemos en la solicitud de un pleno extraordinario para debatir sobre los angustiosos índices de pobreza en Canarias está limpia de cinismo. El resto de las organizaciones políticas presentes en el Parlamento canario (el PSC-PSOE, el PP, Nueva Canarias, la alegre muchachada curbelista) no pueden ponerse de perfil. Tanto el PP como el PSOE han gobernado esta Comunidad autónoma con CC y lo mismo ha ocurrido y ocurre en varios cabildos. Una parte nada desdeñable de NC proviene del mundo coalicionero y ha gobernado en ayuntamientos y en el cabildo de Gran Canaria o en el de La Palma, por ejemplo. Beatriz de Bobadilla ya votaba por el señor Curbelo, también conocido como el Mago de Coz. Todas las fuerzas citadas tienen una obvia corresponsabilidad respecto a políticas económicas y sociales y la gestión de los presupuestos públicos en los últimos 30 años. Por supuesto esta evidencia es ignorada por la oposición. Si no aprovechan que CC lleva al frente del Ejecutivo regional desde 1993, ¿qué van a aprovechar? Parafraseando a uno de los grandes teóricos políticos del cómic, Spiderman, un gran e ininterrumpido poder conlleva ponerte en el centro de la diana para un gran fusilamiento. Para construir un diagnóstico sólido y basado en evidencias quizás no sea lo más conveniente reducir esta calamidad social a la mala gestión, a la estupidez o a la sinvergüencería de una fuerza política. Que es precisamente a lo que aspiran todos.

La pobreza que asfixia a muchas decenas de miles de canarios, igual que la creciente desigualdad en la que las rentas medias pierden peso en el PIB, no son el fruto (originariamente) de malas políticas económicas, laborales y sociales, sino de un determinado modelo de crecimiento económico y de las prácticas empresariales y relaciones sociales que articula. Incluso en años de prosperidad este modelo -basado en el turismo, la construcción y el negocio inmobiliario- ha sido incapaz de llevar al desempleo por debajo del 10% de la población activa y ha conducido a una productividad decreciente y a un consumo modesto. El turismo de sol y playa y la construcción integran un binomio magnífico para superar el hambre, pero no para construir una estrategia de desarrollo sostenible. Cambiar esta estrategia llevaría un par de generaciones si existiera una base de consenso entre los agentes públicos y privados con las universidades y las tecnologías de la información como herramientas de transformación y modernización de Canarias. El verdadero plan contra la pobreza en Canarias pasa por una creación sostenida del empleo y por potenciar el modesto y (en los últimos años) debilitado Estado de Bienestar. Más y mejores recursos para la educación pública, incluyendo la puesta en marcha de redes de guarderías y la multiplicación de becas rápidamente gestionadas. Más y mejores recursos para la sanidad pública, insistiendo particularmente en la medicina preventiva, en la reorganización de los grandes centros hospitalarios, en la revisión de los convenios con las clínicas privadas. Más y mejores recursos para sofocar el escandaloso fracaso de la gestión de la dependencia en Canarias. Y más y mejor coordinación entre los servicios y ayudas sociales de las tres administraciones públicas en las que actualmente los partidos parlamentarios, por cierto, cuentan con responsabilidades de gestión.

Modernización económica, normativas más eficaces y eficientes y menos coercitivas, potenciación de los servicios sociales y asistenciales, coordinación entre las administraciones para maximizar los recursos empleados: eso es un plan contra la pobreza. Lo demás no es un plan políticamente responsable, sino una forma de caridad institucionalizada empapada por lágrimas de cocodrilos que no perdonan una dieta.