Abrumadora. Esta palabra define perfectamente la instalación que Teresa Correa presenta estos días en San Antonio Abad y en la Sala Verneau de El Museo Canario. Solo eso: que apabulla.

Teresa es una artista grandiosa, minuciosa, arriesgada y sutil, pero sobre todo auténtica, como podemos ver en la exposición Hablando de pájaros y flores, título del proyecto que firma junto a la comisaría Raquel Zenker. Los espacios donde presenta su exposición son parte integral de la obra. Paseando por las salas nos damos cuenta de que es fiel a sí misma, a su estilo, y comprobamos cómo su trabajo está muy unido a sus orígenes. Fotografías que se revuelven contra las normas y que no se proponen agradar sino impactar para despertar la reflexión.

Conocí a Teresa Correa hace apenas dos años. Ella venía de Tenerife de inaugurar en el TEA su exposición Al hilo de la memoria, y yo de unos encuentros que estábamos celebrando por todas las Islas sobre la sociedad del conocimiento. En estos encuentros siempre salía a la luz el mismo tema: las dificultades que los creadores tienen para dar a conocer su talento en su entorno más cercano. Supe entonces que Teresa, creadora de primera línea, había expuesto sus fotografías en cuatro continentes, en ciudades como Madrid, Seúl, Bamako, Miami o La Habana, pero que aún no había logrado que ninguna institución de Gran Canaria se interesara por su obra hasta el punto de organizar una exposición monográfica. Es una pena que muchos de los miembros más valiosos de nuestra sociedad encuentren el reconocimiento lejos de casa, y solo después de triunfar fuera se ganen el respeto de los suyos. Se debe mejorar la situación cultural para que esto no ocurra. Es vital concienciar desde la enseñanza primaria y secundaria sobre la importancia de la cultura para contar con ciudadanos críticos, libres, respetuosos y sensibles. Al fin y al cabo, esto es lo que habla de nosotros como pueblo.

El CAAM por fin acaba de inaugurar una exposición individual de Teresa Correa, artista fundamental en el panorama cultural de nuestras Islas, y gracias a Orlando Britto, director del CAAM, a Raquel Zenquer, comisaria, y a la propia Teresa Correa, El Museo Canario ha podido participar en esta ocasión tan señalada.

Nuestro museo, que en tiempos fue refugio de creadores como Néstor Martín-Fernández de la Torre, Eduardo Gregorio, Santiago Santana, Felo Monzón, Plácido Fleitas o Antonio Padrón, no ha dejado de servir de inspiración a otros artistas que también se han sentido influidos por el material arqueológico e indirectamente por lo conservado en El Museo Canario, como por ejemplo Martín Chirino, Pepe Dámaso, Rafael Monagas, Juan Hernández o Agustín Caballero Casassa.

Pero los casos de Manolo Millares y de Teresa Correa son especiales. En el caso del pintor, la relación mantenida por su familia con la institución desde su fundación facilitó su toma de contacto con los restos arqueológicos, y la influencia ejercida sobre él por su bisabuelo Agustín Millares Torres le llevó a interesarse por los restos funerarios y los tejidos conservados. En el caso de Teresa Correa, no solo las salas de El Museo Canario forman parte de su biografía personal, sino también otros rincones menos visibles e incluso la complicidad que tiene con los trabajadores de la institución.

Este vínculo especial hace que Teresa Correa considere El Museo Canario como su propia casa ("mi casa del conocimiento", según sus palabras), y propicia una intimidad que se deja traslucir en cada una de sus fotografías e instalaciones artísticas. De esta forma, los materiales conservados en el centro museístico sirven de nexo entre la memoria individual e íntima de la artista y la memoria colectiva de emana de la arqueología.

Por eso la muestra Hablando de pájaros y flores escapa de su propio espacio expositivo en San Antonio Abad y se prolonga hasta la sala Verneau, donde ya los cráneos conocen bien el sonido de sus pasos.