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Al registrarnos en una nueva red social, cuando descargarnos una app en nuestro smartphone o al aceptar la política de cookies navegando a través de una página web estamos, consciente o inconscientemente, accediendo a la cesión de nuestros datos. Estos datos, de carácter personal y sobre nuestro comportamiento, son recogidos y tratados por la contraparte del acuerdo con distintos fines empresariales. En este sentido, aunque no exista una transacción monetaria implícita, al realizar cualquiera de las acciones mencionadas se da una suerte de intercambio de nuestra privacidad a favor de los productos o servicios a los que accedemos. Por tanto, es necesario entender que, al aceptar los términos y condiciones de uso, conceder unos determinados permisos o aceptar una política web determinada, estamos realizando un intercambio que hemos valorado como beneficioso para nuestra parte.

En materia de privacidad, las empresas tienen el deber reputacional de generar confianza, a través de políticas de recolección, tratamiento y uso de datos transparentes, seguras y de calidad. Además, existen organismos públicos encargados de velar por el cumplimiento de la legislación vigente en materia de protección de datos así como controlar su aplicación. En España, este organismo es la Agencia Española de Protección de Datos. Sin embargo, también es necesario que nosotros, los clientes, consumidores finales y usuarios de los servicios y productos, seamos conscientes del valor de nuestros datos y de la importancia del consentimiento y la gestión de la cesión de los mismos.

Existe una estrecha relación entre la privacidad y protección de datos y el Big Data. El Big Data es el conjunto de infraestructuras, tecnologías y servicios que, utilizando técnicas de analítica avanzada, permite obtener conocimiento de alto valor añadido para las empresas y, en última instancia, las personas a través de los datos. El conocimiento extraído a partir de este análisis de datos ayuda a los distintos proveedores a mejorar sus productos y servicios, sus procesos de negocio incrementando la eficiencia operativa, a reducir costes, a valorar riesgos o incluso a crear nuevos productos que sirvan una demanda no detectada a través de las técnicas de analítica tradicionales. En resumen, el Big Data es el principal medio de las empresas para extraer valor de los datos recogidos.

Entonces, siendo conocedores del potencial de los datos que cedemos, de la misma manera que valoramos la factibilidad de una transacción monetaria debemos poner sobre una balanza, por un lado, la información compartida a cada proveedor y, por otro, el valor que damos al producto o servicio que nos ofrece. En definitiva, como mismo decidimos comprar un producto a un precio determinado, debemos aprender a valorar si nos compensa la pérdida de privacidad asociada a la utilización de un determinado producto o servicio.

A estas alturas cabe preguntarnos hasta qué punto somos conocedores de los datos que compartimos. La sensación de no ser dueños de nuestros datos es generalizada. De acuerdo a un reciente estudio elaborado por Pew Research Center, el 91% de los adultos en Estados Unidos cree que los consumidores hemos perdido el control de como las empresas recogen y usan nuestra información personal. Ante esta problemática, han surgido y se están desarrollando diferentes herramientas que tratan de aportar transparencia sobre el flujo de nuestros datos, qué compartimos a qué proveedor de productos o servicios y cómo se están usando estos datos. De esta manera, aplicaciones como Privacy Assistant nos ayudan a gestionar los permisos cedidos en nuestros dispositivos móviles a cada app, así como a anular aquellos concretos que no creemos convenientes para cada una. En España, por ejemplo, Telefónica está inmersa en el desarrollo de la plataforma cognitiva Aura que, como introdujo en el Mobile World Congress de Barcelona de este año, tendrá como uno de sus principales objetivos dar a sus clientes el poder sobre sus datos, tanto en términos de conocimiento como de decisión.

En conclusión, no hay duda de que el dato es ya el activo más valioso de muchas compañías, sobre todo de aquellas surgidas puramente digitales o relacionadas con el mundo digital. Por tanto, como consumidores debemos de tomar consciencia sobre la importancia de la información que compartimos y decidir en qué casos compartirla. Únicamente valorando la cesión de nuestra información en cada caso seremos capaces de ayudar a que nuestros datos sean utilizados de manera correcta, disfrutando así de mejores productos y servicios.

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