La crisis de Cataluña ha hecho que el debate en torno a qué es ser de izquierdas haya vuelto, una vez más, a aflorar. Se trata, en principio, de un debate interno, en el sentido de que afecta únicamente a las personas que se consideran de izquierdas, pues lo que quiera que signifique ser de izquierdas no es algo que parezca preocupar en demasía a la gente de derechas. De hecho, a los hombres y mujeres de derechas ni siquiera les preocupa mucho aclarar qué es ser de derechas, les basta con poner en práctica políticas de derechas y si para ello han de decir que son de centro, lo que quiera que signifique ser de centro, que ésa es otra, se dice y ya está. Sirva como ejemplo lo que hacía el muy de derechas José María Aznar, quien en sus tiempos de presidente, del Gobierno y del PP, afirmaba que su partido era de centro reformista.

Habrá que reconocer pues que enredarse en debates teóricos de esta naturaleza es algo más propio de la izquierda que de la derecha, lo que acaso constituya la razón de que entre la gente de izquierdas, o entre los partidos de izquierdas, sea tan difícil llegar a acuerdos de mínimos para hacer frente a la derecha. No obstante lo dicho, ello no significa que no haya personas ideológicamente ajenas a la izquierda que no se pronuncien sobre esta cuestión. Tal es el caso de mi colega Juan F. Martín del Castillo, quien parece tenerlo claro: "La izquierda era y es confusión, contradicción y, en ciertos momentos, hipocresía no menos que caos", escribe en un artículo publicado en estas mismas páginas el pasado viernes, 3 de noviembre, dedicado, con la acidez que le caracteriza, al enfrentamiento entre Pablo Iglesias y Albano Dante Fachin.

Si dejamos a un lado el asunto de la hipocresía, que es algo tan característico del ser humano, de izquierdas o no, yo estaría de acuerdo con los términos que escoge Martín del Castillo; no así, claro está, con el tono peyorativo con que los utiliza. Y es que la confusión es perplejidad y esta resulta menos peligrosa que las certezas, sobre todo las falsas certezas, que nos llevan a incurrir en el dogmatismo que tanto daño ha hecho a la libertad. Por lo demás, la perplejidad, tal como nos recuerda Javier Muguerza, constituye el mayor acicate para el pensamiento, por lo que habrá de ser siempre bienvenida. En cuanto a la contradicción, ser contradictorio, por descontado, no es ser de izquierdas, es ser humano, y sin necesidad de hacer aquí un elogio de la contradicción, desde luego prefiero una izquierda contradictoria a una izquierda sin contradicciones, deshumanizada, como lo fue el comunismo autoritario. Y frente al orden absoluto del comunismo autoritario, de los totalitarismos de cualquier signo, no viene mal un cierto caos, que no es otra cosa que confusión y desorden, que casaría bien con una izquierda libertaria interesada en el pleno desarrollo de la libertad y la igualdad de los individuos, que es la izquierda que a uno le interesa.