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INVENTARIO DE PERPLEJIDADES

Israel, compañero de viaje

Tardó en llegar la declaración de apoyo del Estado de Israel a la causa de la unidad de España. El Gobierno de Rajoy ya había recibido la solidaridad de una Unión Europea temerosa de la extensión descontrolada de los independentismos regionales. Y también la de los Estados Unidos que tiene en Rota y Morón dos bases militares de una importancia estratégica fundamental.

La postura de Washington no admitía equívocos y quedó muy clara a partir de una declaración del Departamento de Estado. "Cataluña es parte integral de España y Estados Unidos apoya las medidas adoptadas por el Gobierno constitucional español para mantener a España fuerte y unida".

Sorprendía, por tanto, que dos países (Estados Unidos e Israel) que coinciden al cien por cien en casi todos los asuntos de política internacional, no fueran unánimes en esta ocasión. Y más todavía cuando estaba prevista la visita oficial a España del presidente de Israel, Reuven Rivlin, lo que podría provocar alguna incomodidad.

Sobre todo si se llegara a insinuar en los medios que la falta de apoyo a la posición española tuviera algo que ver con una implícita simpatía israelí al independentismo catalán. Afortunadamente, las gestiones del gobierno de Rajoy dieron su fruto y el propio presidente Rivlin se avino a reconocer ante Las Cortes que "España es una única entidad estatal soberana".

Una declaración que tampoco aclara nada porque España, incluso sin Cataluña, no dejaría de existir aunque la mutilación del territorio resultase particularmente dolorosa desde el punto de vista cultural, político, económico y demográfico.

Lo cierto es que las relaciones entre el Estado de Israel (independiente desde el 14 de mayo de 1947) y el Reino de España no fueron plenas ni pacíficas durante un largo periodo de tiempo. El gobierno de la dictadura franquista nunca reconoció oficialmente la existencia de Israel y mantuvo como eje de su política diplomática para Oriente Medio lo que dio en llamarse "tradicional amistad con los países árabes".

Una línea de conducta que no varió en los inicios de la etapa democrática ya que Adolfo Suárez ni reconoció al Estado de Israel, ni entró en la OTAN, un atrevimiento que le acabó costando la dimisión ante la presión insoportable de los llamados poderes fácticos.

Y hubo que esperar al acceso de los socialistas al gobierno para que Felipe González, el 17 de enero de 1986, estableciese relaciones diplomáticas plenas con el Estado hebreo. A partir de ese momento, los halagos del Gobierno de Madrid hacia el de Tel Aviv se suceden y culminan con la Ley 12/ 2015 de 24 de junio por la que se concede la nacionalidad española a los miembros de la comunidad sefardí, un privilegio que muchos quisieron interpretar como una reparación por la expulsión de España de la comunidad judía en tiempo de los Reyes Católicos.

Un clima de distensión que fue muy bien aprovechado por los nacionalistas catalanes para establecer estrechas relaciones con Israel, país al que consideran como el ejemplo perfecto de autodeterminación exitosa y, como dijo Artur Mas, el mejor "compañero de viaje" hacia la independencia.

Hay una larga relación de simpatía hacia Israel desde Cataluña. En 1957, Josep Pla escribió un libro sobre Israel en el que resalta la influencia del agua y de la lengua propia en la construcción de una nación. Interesante relectura.

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