Si algunos de mis amigos maristas coruñeses de la promoción de 1975 creían que se iban a librar de este artículo, pues no. El 7 de octubre, el día de la virgen del Rosario, patrona de la ciudad, volvimos a reunirnos más de una treintena en el Hotel Finisterre de La Coruña. Esta vez fue a comer. Unos pocos quedamos a tomar el aperitivo en un lugar donde se dice que hacen los mejores callos de la ciudad. Nos acom-pañó nuestro querido profesor de francés, Xosé Iglesias Salo-rio, pero se abstuvo en el asunto de la casquería que en Galicia, como todo el mundo sabe, son más garbanzos que otra cosa. Después, segundo aperitivo en la terraza del hotel, bajo una luz y un sol de verano. Hay fotos que dan testimonio. Repetimos muchos, bajo la batuta y organización espléndidas de Manolo, hubo algunos que se estrena-ron y otros no pudieron venir esta vez.

Los que más pronto empezamos, más tarde acabamos: a algunos no nos sacan de la calle ni las mangueras de la limpieza pública, y menos en un día tan bonito: Jorge, Juan y Javier, y Alfonso y Candi también. No nos dieron el bocadillo de calamares más rico del mundo -restaurante Bocanegra, en la calle Riego de Agua, me lo tomé al día siguiente a modo de frugal comida, también hay fotos- pero nos trataron muy bien en todas partes menos en una, ellos sabrán pues no volveremos.

Fue una ilusión volver a charlar con Luis, amigo de la infan-cia y gran médico del trabajo, de los que ya no hay. Y con Javier, juicioso juez, y con Segis, que nos recordó su protagonismo como detonante de la expul-sión a empujones de nuestro tutor hermano marista por parte de un profesor seglar de Ciencias Naturales, un señor muy desagradable y vago. Corría la temporada 72-73, quinto de bachillerato.

Hubo otras conversaciones variadas y suculentas, pero recuerdo con especial cariño a Pedro, que el año pasado no pudo venir, melómano desde el canastillo, "turista musical", como le gusta definirse a él, que me contó una anécdota que nos define a casi todos. En una ocasión, a los once años, hizo una trastada en el colegio por la que fue llamado a capítulo al despacho del director, él y sus padres. Algo muy serio. Cuando le pidieron explicaciones por su comportamiento, Pedro fue contundente: "es que estaba muy nervioso porque oí que los Beatles se separaban." No hubo que dar más explicaciones. Nos reímos Pedro, Julio y otros que no cito por espacio, que no se enfaden.