En Coalición Canaria la ideología no ha sido una prioridad existencial y por eso mismo cumplió sus primeros 12 años como la fuerza más votada del Archipiélago. El oportunismo aritmético que convirtió en presidente del Gobierno a Manuel Hermoso no era una coyuntural suma de voluntades: como artefacto político-electoral CC resultaba un chollo para sus promotores. Porque la clave de construcción de mayorías en el sistema electoral canario no está en los topes electorales, sino en la circunscripción insular. La fuerza política que presente una implantación electoral más homogénea en todas las islas ganará elecciones bien en el voto popular o en escaños. Los partidos fundacionales de CC tenían una presencia significativa y mayorías claras en todos los territorios insulares, salvo (parcialmente) en Gran Canaria.

La ventaja insular no se detenía ahí, sino que también atravesaba el espacio ideológico. En Tenerife y La Palma, a mediados de los 90, ATI y API podían seguir vendiendo un vago regionalismo desde un centroderecha con cierta vocación redentorista, y algo parecido ocurría en El Hierro. En cambio, Asamblea Majorera sostenía un discurso de izquierdas e inequívocamente nacionalista, e ICAN en Gran Canaria se vendía como progresista. En términos de oferta electoral CC representaba un mecanismo casi perfecto, sin contar que durante esos años dorados en todas las islas muchos ciudadanos de centroderecha votaban a lo que fueron las AIC a pesar de su regionalismo chachón y sentimental y mucha de la reciente clase media votaba a AM obviando la retórica nacionalista e incluso soberanista aprobada ritualmente en sus congresos. En el cambio de siglo CC era en términos electorales un catch-all party que con su principal instrumento político -sus diputados y senadores en las Cortes- vendía la captación de recursos, inversiones y rentas para Canarias como legitimación fundamental de su proyecto, por encima de sus querellas y conflictos internos.

Todo cambió con rapidez y cambió, sobre todo, por el logro de la permanencia en el poder: esa patología que te lleva a morir de éxito. CC envejeció. Cuando se lleva mucho tiempo ininterrumpido en el poder se tiende a tener no solo una extensa y pringosa responsabilidad, sino, más brutalmente, la culpa de todo. Y el relato ideológico queda pospuesto por los afanes de la gestión y el vértigo profesionalizado de las campañas electorales. Toda una generación de políticos de CC no conoce otra realidad que los despachos y el manejo de presupuestos públicos y asumen con admirable naturalidad que ese poder político forma parte del orden de las constelaciones, de la poderosa e ineluctable respiración del Cosmos, de la jerarquía de las especies zoológicas.

En dos años y medio Fernando Clavijo y su equipo pueden ya apuntarse inequívocos éxitos: la aprobación del REF, la mejora de inversiones estatales y la recuperación de programas y convenios abandonados, un sustancial recorte del desempleo, la recuperación presupuestaria para los sistemas públicos de educación y sanidad. Pero a nadie entusiasma política y electoralmente exhibiendo las credenciales de un satisfactorio gestor. Cuando el presidente proclama en una conferencia en Madrid -apadrinado por Soraya Sáenz de Santamaría y con Asier Antona aplaudiendo, cómo sufre ese hombre, en primera fila- que el nacionalismo de CC es integrador y constitucionalista y moderno, en fin, no está contando lo que es Coalición doctrinalmente, sino, en realidad, lo que no es. Y para CC ha devenido imprescindible la definición de Canarias como proyecto con objetivos estratégicos que no estén enterrados en los presupuestos generales del Estado o en las ayudas de la UE. Porque otra cosa no es hacer mejor o peor política, sino contabilidad más o menos solvente. Un nacionalismo desprovisto de relato estratégico es inconvincente.