La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

crónicas precarias

Cultura de la violación en tres actos

Primer acto. Mira lo que te puede pasar si sales de casa sola. Si caminas de noche por una calle cualquiera. Si hablas con desconocidos y les sonríes. Si bebes un par de copas. Si vas así vestida. Si te pintas como una puerta. Si andas moviendo tanto las caderas cual buscona. Si te besas con 14 tipos en una noche. Si te gusta tener sexo en la primera cita. Si bailas. Si no bailas y te quedas en la barra mirando a tu alrededor, provocando. Si caminas con la cabeza alta, como pidiendo guerra. Si caminas con la cabeza gacha, como un bichito indefenso al que cualquiera puede atacar. No bajes la guardia. No busques problemas. Ten cuidado con lo que haces y lo que das a entender. Mejor quédate en casa, las aceras no te pertenecen. Coloca siete cerrojos en tu puerta, deja que tu vida transcurra plácidamente bajo una manta. Quizás eso no sea suficiente: un intruso podría romper la paz de tu hogar, dulce hogar. Así que asegúrate de tener cerca a un hombre fuerte que te proteja. Si alguien te ha de violar, que sea tu pareja: a eso se le llama amor incondicional.

Segundo acto. Tendrías que haber cerrado mejor las piernas. Tendrías que haber gritado. Tendrías que haber dicho alto y claro: "No". Tendrías que haberlo dicho varias veces, con una sola no cuenta. Ya sabes que las mujeres somos muy misteriosas y a veces es difícil entender lo que queremos. ¿Quién podría imaginar que quedarse paralizada, muda y con ojos de terror podría significar que estás asustada y no quieres tener una sesión de sexo en grupo en un portal? El shock no es una excusa, tendrías que haber forcejeado más. Tendrías que haber pataleado. Si no querías ser agredida sexualmente, haber salido corriendo. Tendrías que haberles pegado puñetazos. ¿Eran cinco? Pues puñetazos a los cinco. Qué sí, que ya sabemos que a las mujeres se les enseña a ser conciliadoras, aguantar y suavizar los conflictos. Poco importa ahora. Si tanto horror te causaba la violación, tendrías que haberte resistido hasta que te dejaran inconsciente de una paliza (para violarte después, claro). Tendrías que haber dejado que te asfixiaran y te golpearan hasta quedarte sin fuerzas. Las mujeres debemos ser guardianas de nuestra virtud y está claro que tú no la protegiste lo suficiente. Tendrías que haberte dejado matar.

Tercer acto. ¿Sobreviviste y encima pretendes seguir adelante con tu existencia? Sospechoso, muy sospechoso. Lo normal es que el trauma se apodere de ti. Que te impida volver a respirar, a sonreír, a coger el autobús o a cenar en ese restaurante italiano que tanto te gustaba. Lo normal es que demuestres tu dolor constantemente, que tus días se conviertan en un llanto desgarrador. Lo normal es que te recluyas y te aísles del mundo para siempre. Lo normal es que desees morir. Estás rota por dentro y así se espera que te quedes para siempre. Tratar de curar tus heridas será visto con recelo. Tan horrible no debió ser el episodio si todavía eres capaz de tomar café con tus amigas, coger apuntes en clase y planear un fin de semana en Londres. Te quieren muerta. Y tú te empeñas en seguir viva.

Compartir el artículo

stats