La Provincia - Diario de Las Palmas

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a la intemperie

Dialoguistas geniales

Los personajes implicados en la trama Gürtel parecen salidos de una serie de la tele más que de la vida. Poseen rasgos individuales muy acusados, así como diseños mentales y físicos que hacen imposible la confusión de identidades, el apelmazamiento. Además, a medida que progresa la acción, se comportan como si vivieran dentro de una novela más que en el mundo real, en el que chapoteamos ustedes y yo. Observar a Correa, por ejemplo, solicitando el indulto para el juez que destapó su caso, constituye un giro completamente inesperado. No sabe uno si reír o llorar cuando lo ve tan serio, frente al tribunal que le juzga, recitando un papel que parece escrito por un genio del humor o de la tragedia, no estamos seguros del registro. Y esta es una de las virtudes del relato: la mezcla de géneros, el hibridismo, la fusión. Fagocita a velocidades de vértigo los tics de los programas de telerrealidad, pero también los recursos narrativos del cine o la novela. Todo parece producto de un proyecto en el que han trabajado las mejores cabezas de la ficción. Hasta el vestuario de cada uno de los actores se pliega como un guante a su idiosincrasia, signifique lo que signifique idiosincrasia. Si recuerda uno las primeras imágenes que conserva de estos individuos, procedentes de la boda de la hija de Aznar, y hace memoria de su recorrido posterior, se queda asombrado ante la lógica interna de las vicisitudes de la historia, cuya trama, pese a proporcionarnos sorpresas cada día, conserva una coherencia narrativa digna de las mejores obras de teatro.

Pensemos en el Bigotes, también conocido como Álvaro Pérez. ¿No es genial que su nombre, con el paso del tiempo, se haya convertido en su apodo y viceversa? Pero fijémonos en su última actuación desde la cárcel y a través de un plasma conectado con sus señorías, que intentan averiguar algo, no importa ahora qué, acerca de las numerosas fechorías del asunto por el que se encuentra en prisión. El hombre da muestras de nerviosismo, quizá porque puedan pillarle en un renuncio, sospechamos nosotros. Pero no: está inquieto porque se hallaba pochando una cebolla y se ha dejado la sartén en el fuego. ¿A quiénes se les ocurren estas situaciones?

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