El silencio es una caja de sorpresas llena de sucesos, experiencias y sentimientos. Inalcanzables en gran parte, a menos que alguien les dé algún nombre. Es lo que debió de pensar el padre de Mark Strand después de haber leído el primer libro de poemas que le publicaron a su hijo. El año de la publicación del libro coincidió con el de la muerte de su mujer. Mark Strand cuenta haberse emocionado viendo a su progenitor sumergido en la lectura de los poemas. Nunca ha sido lector de poesía, dice. El padre quiere hablarle de los poemas, pero le cuesta. Cuando consigue arrancar, pide a su hijo una aclaración de algunos que cree confusos. Otros le parecen muy claros e intenta trasladarle cuánto significan para él. Sobre todo, los poemas que más le dicen porque dan voz a su sentimiento de pérdida, tras la muerte de su mujer.

"Parecen expresar lo que él ya sabe, pero no logra decir", escribe Mark Strand. "En pocas palabras le cuentan lo que él está sintiendo. Le ponen en contacto consigo mismo".

También los lectores activos suelen descubrir durante la lectura cosas que no consiguen verbalizar. Todavía más, quizá encuentren en la literatura palabras para lo que ya saben y, sin embargo, desconocen que saben. Mientras leen se revela entre líneas aquello que ya sabían antes sin haber tenido consciencia de saberlo. El conocimiento parece estar entonces más cerca del silencio que de la palabra. Si el padre de Mark Strand no hubiese llevado el dolor en su interior, no lo habría reconocido en los poemas de su hijo. Pero sin la palabra tampoco habría podido adueñarse de su pérdida. Al fin y al cabo, los sentimientos se consideran profundos solo porque se tienen por profundos los pensamientos que los acompañan. Y la literatura es capaz de darle forma y sentido al silencio que nos habita, haciendo visible lo oculto y lo desconocido.