La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

a la intemperie

Encefalograma plano

La reciente encuesta del CIS sobre intención de voto no produce ni frío ni calor. Parece un pantone de colores donde el rojo ocupa el mismo espacio que el azul y el azul el mismo que el amarillo. No hay ningún partido dominante. Observando el gráfico, le dan a uno más ganas de pintar la casa que de reflexionar sobre las urnas. En lo básico se nos muestran cuatro partidos, dos de derechas y dos de izquierdas, de ninguno de los cuales nos fiamos. De ninguno, no nos fiamos de ninguno. De ahí que, lejos de poner todos los huevos en la misma cesta, los repartamos equitativamente entre los cuatro. Sorprende a primera vista que destaquen un poco más los partidos de derechas, representantes del desorden establecido, que de los de izquierdas, aunque en una mirada más atenta se advierte que estos últimos carecen de discurso. Un partido político sin discurso viene a ser como una frutería sin fruta: por más que te inviten a pasar a ver el género, enseguida adviertes desde fuera que solo tienen tres manzanas podridas y un melón agrietado con moscas.

Luego está también el asunto de los líderes. Ninguno destaca. A ninguno quiere o desea el electorado con pasión desenfrenada, de ahí que ninguno sea capaz tampoco de arrastrar a las masas con independencia de su programa. La atonía es atroz. Si los líderes fueran las teclas de un órgano, sonarían todas más o menos igual: monocordes. Pero para escuchar gregoriano ya tenemos a los monjes de Silos. Algunos analistas destacan, frente a un panorama tan crepuscular, la inteligencia del votante, que no se decanta claramente por ninguna opción. Esa forma de inteligencia viene llamándose aburrimiento desde tiempos inmemoriales.

-¿Jugamos a la oca o al parchís?

-Psh, no sé qué decirte.

Los partidos de derechas son el parchís y los de izquierdas son la oca. Significa que el parchís dura más, pese a que es menos divertido. La oca se resuelve en un plis plas, pero está lleno de emociones. De emociones inútiles, añadiríamos. El hom-bre es una pasión inútil, asegu-raba Sartre, con perdón. El problema de los partidos en liza es que ni siquiera despiertan una pasión inútil. Encefalograma plano, que diría un forense. Mal asunto, amigos.

Compartir el artículo

stats